Emilio Pedro Gómez
En lo que viene constituyendo su sello identitario, a través de sus trece libros publicados, Emilio Pedro Gómez convierte su poesía en hospitalidad para quien camine en búsqueda de alguna repuesta o, al menos, del eco de nuestras propias incertidumbres.
Un rasgo muy característico de esta poesía se sustancia en esa sinestesia con la que siente lo imperceptible, huele la claridad o saborea una voz, una ausencia, una mirada… Siempre hay calma en las páginas que rubrica: «en lo que calla/escucho», serenidad que se implementa a través de la naturaleza, el amor, la reflexión, la declaración de una «poesía para clamar restos de utopía».
Ricardo Díez Pellejero
I
Omitir el horror es matar la verdad.
Escribamos poetas contra Putin
y el belicista aliento de la OTAN
extendamos al viento sus sangrientas almohadas
el torturado ser de sus cadáveres
su medallero ruin de crímenes en fiesta…
Manchémonos de tinta las manos
para que no blanquee las suyas
en el silencio de las nuestras.
II
Una patria es, amigos, un país con justicia
Antonio Gamoneda
No existe en libertad
lugar de origen.
En patria alguna hallé
la verdad que nos hace,
motivo de bandera,
ni mérito de ser
bielorruso, zulú, coreano, suizo…
No hay secreto de estado respetuoso
ni lugares sagrados.
Cada silencio es un país
donde nacer de nuevo
en cualquier parte.
III
Observo las cumbres climáticas erróneas
las cotizadas hernias
en los claros pulcrísimos del monte
los nuevos animales digitales tan sumisos
a la voracidad de sus arcángeles…
Abro los ojos por no ver
ni amar el llanto.
Ay de mi nieto
con la alegría desollada
en su latir tan puro.
Ay del mañana
preso en su yo.
II
Observo las cumbres climáticas erróneas
las cotizadas hernias
en los claros pulcrísimos del monte
los nuevos animales digitales tan sumisos
IV
El llover de misiles en Ucrania
logra sus objetivos estratégicos:
la mujer que huye al borde de sí misma en
en la estación de tren de Kramatorsk,
el hospital de Mariúpol
donde un niño respira en los cadáveres
los profundos hedores de las patrias…
En Rusia causa estragos
la bomba radioactiva de la heroicidad
florecen los adictos al espanto
como setas que ignoran su veneno expansivo.
Y en una España herida
por el vertiginoso precio de la luz
y el lejano temblor de las imágenes
cómo duerme la guerra en nuestros brazos
ni siquiera manchados de dolor.

V
Hay una guerra de clases:
sólo está combatiendo el capital
Jorge Riechmann
Desgarran
piel a piel
lo colectivo.
Tras tanta humillación…
¡ay, nuestra mansedumbre!
Desde la orilla
no aguardes que la huelga venga a ti.
Alcemos el color en la palabra
lo justo del aroma en cada gesto
el sabor tan frutal
de las sublevaciones
el latir de las cosas que nos arrebataron.
Eternidad en lucha:
no privatizarán jamás
el arco iris.
VI
…un nacerse en cada
ahora
Hugo Mujica
Tras la pérdida.
despiertan armonías silenciosas
sigue creciendo el bosque
en la yema escondida.
Con ojos más certeros
herirás la costumbre.
Repetir una sombra
es olvidar
a cada instante
se estrena nueva luz
donde yacía.
VII
…y echamos tanto de menos
la fuerza de soñar
Jorge Riechmann
Contra los «excedentes»
de trigo, de emigrantes,
de bienestar social…
ellos adquieren el futuro
la Historia, lo invisible,
las riendas colectivas del dolor…
El capital siempre gana
crece al cruzar las redes
en el olimpo financiero
más veloz el dinero que la luz.
VIII
sombras a todo color
en las aceras
gritos soleados
la claridad se extiende
en las miradas
sueña una huelga inoxidable
la muchacha que lleva
su despido en las manos
miles de islas
se transmutan
sueña una huelga inoxidable
en batir de una ola
(aumenta la resolución
en las pantallas policiales)
mas no hay desgarro que esperar
‐bajo control las urnas‐
Marcha por la Dignidad, 23‐marzo‐2014
X
no padeceré la enfermedad… del que se sienta
oscuro a esperar su tristeza
Juan Carlos Mestre
Me he convertido en nube laboral
que no sabe volverse del revés
como la espalda de la luna
o el rostro de mi padre en el espejo.
Me he convertido en cueva cubierta por los líquenes
de la infelicidad del pájaro que no aprendió a volar
ni a recorrer la luz con pies descalzos.
Me he convertido en mapa de los vientos
vuelto a la gratitud de los otoños
cuando ceden sus hojas al vacío de los acantilados.
Me he convertido en la palmera más alta de sí misma
que solo alcanza a divisar el humo de los valles perdidos
y ya no intenta estallar el espejismo de lo inmenso
en un paréntesis de asfalto.
Quien nunca en nadie quiso ejercer su poder
se ha convertido en siervo de la desconfianza
pelea con sus dudas a la luz de una vela sin entablar combate
ni conmover los viejos puentes libertarios
sobre las jerarquías del dolor.
XI
Desposeerme
de poder, gloria, fondos de inversión…
Me conformo
con mi pequeña resistencia en pie
y un cielo de bolsillo
en el instante.
Un comentario en “Cantos sin voz”