Retórica [Pathos & Logos]

Jesús Manso

En cuanto a la música que hago, no tengo claro si es música, rap, o poesía.

Hay cierto tipo de contradicciones a las que te enfrentas cuando haces rap, como no ser un gran conocedor de la cultura hip hop, no haber escuchado rap americano porque no lo entiendes o directamente el típico no tener calle. Ésta y mil formas más de sentirte un impostor. Pero lo que tengo claro, es que un día con 15 años, cuando me sentía de ninguna parte y me rehuía hasta mi perro, me senté a escribir unos cuantos versos y me sentí algo mejor. Y que escuchando aquellos discos de mi adolescencia me sentí menos solo y me inculcaron una serie de valores que no se corresponden con la imagen que se tiene del rap en los medios de comunicación.

No soy quién para hablar del valor que tiene para mi generación el rap, porque «parece que los chavales de hoy en día están en otra honda», como diría un amigo, y a lo largo de los años no he tenido la suerte de coincidir con muchos amantes del hip hop. Personalmente no tengo palabras para describir lo que ha supuesto y supone el rap en mi vida, un amor directamente proporcional al asco que me da el reggaetón en discotecas -y que tanto he sufrido-, al tedio ante conversaciones vacías, el fútbol y el folclore de mi ciudad. Un sentimiento de pertenencia a algo  ̶ aunque no forme parte ̶  ante el desarraigo que puede sentir un sevillano que no le gusta ni la semana santa ni la feria, que nació aquí por azar y que siempre se sintió un bicho raro, un marginado, un outsider.

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