Tiempos de euforia y esperanza: la gran exposición del exilio español en Francia

Rubén Pérez Moreno
Doctor en Historia del Arte

En 1947 tuvo lugar en Toulouse y París la exposición más relevante celebrada en Francia por artistas exiliados y otros residentes en Francia afines a la causa republicana, Arte español en el exilio. Un verdadero esfuerzo organizativo del reorganizado MLE‐CNT y Solidaridad Internacional Antifascista en unas fechas es las que la esperanza en el fin del régimen fascista todavía se vislumbraba como una posible realidad.

Fig.1. Imagen de la exposición en la Cámara de Comercio de Toulouse.

Entre dos sedes

Tras París, el exilio republicano en Francia escogió Toulouse, en el gran sudoeste galo, lugar tradicional de implantación española en este país, para escoger su lugar de residencia tras la atribución de la condición de refugiados políticos acabada la II Guerra Mundial. (Izquierdo, 2002: 42, 49).

Es en esta localidad donde el 22 de enero de 1947, a las 16.30, tras haberse lanzado un llamamiento a todos los artistas antifascistas españoles (Anónimo, 1947a), se inauguró en la Cámara de Comercio la primera gran exposición del exilio en Francia, Arte Español en el Exilio, organizada por la sección de cultura del MLE‐CNT y Solidaridad Internacional Antifascista (SIA). Se demostraba así «que el arte no tiene fronteras ni pequeñez exclusivista, que es una categoría permanente, una permanencia en la lucha y no un gesto esquivo de comodidad» (Anónimo, 1947b).

Fig. 2. Imagen de uno de los salones de la exposición en la Galerie la Boétie de París.

En el acto inaugural Puig Elías, secretario de Cultura y Propaganda del MLE‐CNT, habló en francés, presentando al público las obras expuestas. (Anónimo, 1947c) El orador resaltó cómo muchas veces, en el anonimato, dejando las herramientas del trabajo manual, el espíritu creador de los españoles exiliados se manifestaba siempre y en todas ocasiones, a pesar de las condiciones materiales adversas. La dura prueba del exilio, con sus campos de concentración, sus trabajos forzados en las Compañías de Trabajadores o las deportaciones a Alemania, no habían conseguido extinguir «esa luminosa pasión por la belleza que anima a nuestros artistas» (Anónimo, 1947d). Terminó invitando al público francés, muy numeroso en la sala, a ayudar a destruir la tiranía franquista. [Fig. 1]

A continuación se dio paso al universitario y también expositor M. Sanz Martínez, que señaló que la muestra pretendía ser «una entusiasta manifestación de los valores artísticos del exilio (…) reflejando todo lo grande y espiritual de nuestra luminosa España vertebrada y enjundiosa» (Artés, 1947: 1). Una actividad cultural que hemos de encuadrar dentro de la voluntad de salvaguardar la identidad cultural española y un esfuerzo por mantener una cohesión identitaria.

Como escribió Federica Montseny: «Por ella han desfilado todos los amateurs españoles y franceses, interesados en el esfuerzo de creación de los emigrados. En la Exposición y en el espíritu de los organizadores en ningún momento ha primado criterio sectario alguno. Se han expuesto cuadros y obras de arte de creadores pertenecientes políticamente a todos los partidos y organizaciones antifascistas… » (Montseny, 1947: 30)

Tras su clausura el 3 de marzo, volvió a instalarse en la Galería Boétie de París un mes más tarde. Fue presentada el 2 de abril por el redactor jefe de Franc‐Tireur, George Altman. (G.D., 1947). [Fig. 2 y 3]

Los artistas

La nómina de artistas representados era amplísima, más teniendo en cuenta el escaso tiempo transcurrido tras la Guerra Mundial, lo que denota una labor organizativa importante sin que «en su inspiración y montaje haya contribuido exclusivismos partidistas ni egoísmos orgánicos» (Artés, 1947: 1).

Fig. 4. Portada del Album des Expositions d´Art Espagnol en Exil, editado en 1947 en Toulouse por la editorial de M.L.E‐CNT, con portada de Camps Vicent.

Entre los expositores se hallaban Aldonia, Miguel Almiral, Antonio Alós, Anglada Gerard, Anglada Nart, Arnal, Argüello, R. Arquer, Astruc, F. Bajén, Blasco Ferrer, Bonet, Francisco Bores, Hilario Brugarolas, Busquets, Mariano Cadinanos, Call, Camaro, Campón, Camps‐Vicens, Cánovas, Jordi Caseblanca,   Antoni Clavé, José Clavero, Creixams, García Condoy, Óscar Domínguez, E. Dupouy, Espineira, Esquerda, Alberto Fabra, J. Fábregas, Sol Ferrer, Flores, Carlos Fontseré, Francisco Forcadell Prat, Galván, García Gallo, Guillembert, González, Juan Gris, A. Jove, Celso Lagar, José Leonor, Les, Manuel Madridejos, Manolo, Rogelio Montané, Manuel, Marc, Menéndez, Miralles, Luis Monesma, J. de Morales, Nicolau, Nieves, Gregorio Oliván, Padilla, Palmeiro, Miguel Pascual, Joaquín Peinado, Ginés Parra, Picasso, Juan Pié, Pisano, Pitar, Paul Planes, Puig Pujades, Riva Rovira, Reina, Manuel Rojas, Antonio Romero, Daniel Sabater, Sales, Salvador Sanchís, Sans Amat, Sans Martín, Soteras, Tejero, Antonio Téllez, Miguel Tusquellas, Valiente, Ventura, Salvador Vila, Rey‐Vila, Vinas, Vilató, Zapata, Zárate, Zurita, además de una colección de trabajos de artesanía (Brotons, Giménez, Bonet, etc.). En escultura destacaban las obras de Manuel Rojas, Eleuterio Blasco Ferrer, José Clavero, Manolo, Pié, Madriedejos, Blancas, Antonio Alós, Monesma, Valiente, Pascual, Menéndez y García Condoy.

Se presentaron en total, según se citan en el Album des Expositions d´Art Espagnol en Exil, 91 artistas y 282 obras (VV.AA., 1947). [Fig. 4]

Fig. 5. Folleto de la exposición en la Galería Boétie de París.

En el ámbito libertario encontramos viejos conocidos de los años anteriores al exilio. Antonia Fontanillas se refiere a aquellos nombres que «nos recuerdan dibujos o esculturas que vimos reflejadas y comentadas en las páginas de nuestras publicaciones libertarias en España» (Fontanilla, 2001: 103); y que dieron, en prensa, revistas, portadas de folletos o libros, creatividad y contenido artístico en tiempos de la II República. Es el caso de Les (Lescaboura); Gallo, que colaborará con CNT, Solidaridad Obrera y Fragua Social, e hizo la ilustración de la obra de Felipe Aláiz Vida y muerte de Ramón Acín, siendo luego conocido en Francia como “Le Coq”; Argüello, caricaturista y dibujante de la colección literaria La Novela Española, fundada en Toulouse en 1946 o 1947 por Antonio Fernández Escobés; Jesús Guillén (Guillember), que ilustró la portada del primer folleto que editó la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (F.I.J.L.) en el exilio, El arte de escribir sin arte, de Felipe Aláiz (Toulouse, 1946); Call, que dibujará en CNT Toulouse, etc. Entre los ausentes, viejos conocidos de las publicaciones libertarias, destaca Fontanilla a Viejo, Artel, Carmona, Toni Vidal, Helios Gómez, Monleón, Renau, Lobo (que dejó su impronta artística en la revista Mujeres Libres (1936‐1938), Antonio Lamolla o Francisco Tortosa.

El cartel anunciador fue realizado por el dibujante de la CNT Argüelles, muy activo en este tipo de realizaciones en la prensa libertaria. [Fig. 5]

La crítica

Ambos recorridos tuvieron una importante repercusión mediática, especialmente en los medios de la cultura exiliada, incidiendo en el carácter ecléctico de la muestra y en el hilo conductor de tal heterogeneidad de autores y obras, fundamentado en su condición de españoles y exiliados (Stephane, 1947; Grobois, 1947; P. M., 1947; y Anónimo, 1947e). Además, el género iba desde la propia pintura y escultura, a una colección de cerámica presentada por Salvador Vila, unos bordados de Nieves y una colección de obras de bellos oficios y trabajos efectuados en los campos de concentración, entre los que se encontraba una baraja de A. José (Anónimo, 1947f):

«el artesano da la mano al paisajista y al repujador, el bordado a la escultura, el oficio modesto al maestro de cerámica, el dibujante al tallista». (Anónimo, 1947c)

Los estilos eran igualmente diversos, característica esta propia del exilio español. Obras que, según Federica Montseny:

«En conjunto, en bloque, unidas y resumidas todas las obras y todos los trabajos recogidos en esta Ex‐ posición, el genio creador de la comunidad española en el exilio…, se manifiesta y representa algo que constará como episodio en la historia universal del arte… con el símbolo mismo de la realidad y de la idealidad de un movimiento humano con fuerza de torrente y ritmo grandioso y obsesionante de marcha hacia el mañana, hacia la justicia y la libertad.» (Montseny, 1947: 30)

El aragonés Gregorio Oliván señalaba como conclusión de su crónica en Solidaridad Obrera:

«Más bueno que malo y muy poco absolutamente malo. Cuando se piensa cómo casi todo esto ha sido hecho, en medio de qué cúmulo de dificultades siguió su empeño de Arte el español refugiado, vemos revivir a pesar de nuestras vanidades raciales. Y todavía hay ausencias como Mateo Hernández, Lobo, Fenosa, Rebull, Ferrán, Latorre, Badía y otros (…) y una representación cuantitativamente insignificante en algunos (…).» (Oliván, 1947: 3)

La muestra generó un debate en la prensa anarquista por la presencia de una obra de Picasso, considerado por un sector un artista burgués. Así, Vicente Artés en las páginas de Solidaridad Obrera de París lanza un ataque a la obra que expone el malagueño, Carafe et compotier (Artés, 1947: 3). Destaca el autor, sobre todo, la obra de aquellos artistas que saben «acercarse al pueblo, darle la mano, ayudarle a comprender lo incomprensible. Las élites del intelecto deben cooperar a ilustrar a las masas en el misterio exponente que profundizan sus preclaros pensamientos. De lo contrario no tienen derecho a hablar de la ignorancia del pueblo y del atraso mental a que se le tiene sumido y menos aún que se hable de élites que abandonan a su suerte a las masas como una nave a la deriva, hablándoles un lenguaje que no podrán comprender nunca» (Artés, 1947: 3).

Sus palabras fueron contestadas por Finister:

«¿Nosotros revolucionarios, no podremos admitir lo nuevo en el arte? (…). La pintura cubista acoge al contemplador con reserva: no viene ella a nosotros; somos nosotros los que tenemos que ir a ella. La Pintura, como todo arte, hay que sentirla para comprenderla» (Finister, 1947: 3)

Esta no fue la única, pero sí la muestra de exiliados de mayor relevancia celebrada en el país vecino desde el punto de vista histórico‐artístico, en la que se ha de resaltar la paupérrima representación femenina.

El fin de la esperanza

Fig. 6. El mártir, una de las obras expuestas de Blasco Ferrer.

Aunque años más tarde, en 1952, se organizó en Toulouse la segunda exposición de Artistas españoles en el exilio, celebrada también en la Cámara de Comercio, y organizada por Federica Montseny y Puig Elías; y en 1958 una tercera, organizada por la federación local de la CNT personificada en la figura de Teófilo Navarro (Anónimo, 1958a; Guillén, 1960: 150), lo cierto es que ya hacía tiempo que quedaba claro que la situación política en España no iba a cambiar. A la efímera época de grandes esperanzas y euforia, de 1945 a 1946, con la resolución de la Asamblea de las Naciones Unidas el 12 de diciembre de 1946, impidiendo a la España de Franco su ingreso en Naciones Unidas o sus organizaciones especializadas, e instando a la retirada de embajadores de Madrid, le siguieron unos años, de 1947 a 1949, en los que el péndulo internacional se balanceó cada vez más hacia el mantenimiento de Franco en el poder. En octubre de 1950 la ONU levantó su “veto” contra el sistema político español. En enero de 1951 Estados Unidos restableció sus relaciones diplomáticas con el Gobierno español, y en 1955 España es admitida como miembro de pleno derecho en la ONU. El inicio de la Guerra Fría en 1948 había frustrado los deseos del fin del régimen franquista, y con ello una progresiva pérdida de fuerza de las organizaciones culturales en el exilio. No pocos artistas terminaron exponiendo en España (Blasco Ferrer, Baltasar lobo), y participando en muestras propagandísticas amparadas por el régimen, como la Bienal Hispanoamericana (Rebull, Flores), e incluso siendo referentes de la vanguardia de su país natal (Viola en El Paso, Clavé en Cataluña) [Fig. 6]

Bibliografia

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