El Consejo Regional de Defensa de Aragón: «El corto verano de la Anarquía» fue en Aragón

Enrique Gómez
Presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica en Aragón (ARMHA)

Desde antes de la creación de la CNT en 1910 ya se había comenzado a extender por toda la península Ibérica la ideología que sustentaba el comunismo libertario.

Resultó muy ilustrativo al respecto, el Congreso de la AIT en Zaragoza en 1872.

El desarrollo del concepto: «Cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades» era el objetivo final de los libertarios.

La Internacional obrera, creada en 1864, ya planteó divergencias desde el primer momento: la línea marxista (que finalmente se asentó en la tercera Internacional) era autoritaria y jerárquica; los creadores de la segunda, los socialdemócratas, abogarían por una línea democrática y parlamentaria; aún tendría que llegar la cuarta, con la visión trotskista de la forma de llegar a la revolución obrera, disintiendo del estalinismo imperante en la época.

No vamos aquí a analizar el marxismo y mucho menos el desarrollo del leninismo posterior, baste decir a ese respecto que «soviet» quiere decir asamblea y que los libertarios rusos creían en ese concepto básico, por lo que fueron eliminados por el creador del Ejército Rojo, precisamente, León Trotsky. Años más tarde los anarquistas españoles se unirían a los trotskistas ante el enemigo común, el estalinismo, pero eso ya sería objeto de otro análisis que no toca en este contexto.

La lucha sindical en nuestro país fue ardua y sangrienta. El sindicato anarquista, que no respondía a los intereses de partido alguno, se veía como una amenaza para los privilegios de los poderosos de siempre.

La organización obrera, para exigir mejores condiciones laborales, se encontró con la oposición frontal de los poderes fácticos, especialmente con las fuerzas represoras del Estado. Los grandes movimientos contra las guerras coloniales y la explotación proletaria y campesina culminaron en frecuentes revueltas urbanas y rurales a finales del siglo XIX y principios del XX.

Tras la llegada de la República, una república burguesa que en absoluto levantaba un gran entusiasmo en las filas libertarias, las esperanzas de la clase trabajadora se fueron diluyendo mientras el sindicato y la Federación Anarquista Ibérica luchaban por cambios más profundos, cuando no claramente revolucionarios

Los socialistas, aún con diferencias entre sus filas, se conformaban con un suave reformismo (por así decirlo), los comunistas dirigidos por la Comintern de línea soviética, eran minoritarios, pero se hicieron imprescindibles por el apoyo de Rusia a la República durante la guerra. Ellos abogaban por el «frentepopulismo» en toda Europa, en la misma onda que la de los socialistas y republicanos burgueses. El 15 de septiembre, cuando ya ha dado comienzo la guerra, el Pleno de Regionales de CNT en Madrid, decide poner en marcha, allá donde sea posible, consejos regionales de defensa.

Se podría discutir la forma de realizar éste y otros esfuerzos, pero lo que sí estaba claro era el antifascismo que unía a anarquistas con el resto de las fuerzas de izquierda y republicanas, se hizo, en general, un frente común.

En Bujaraloz, y siguiendo estas directrices, se constituye, el 6 de octubre de 1936, el Consejo Regional de Defensa de Aragón: las columnas y pueblos representados en esa asamblea llegarán a 139.

Los departamentos creados para este órgano abarcarán todas las áreas competenciales de un gobierno a nivel regional, exceptuando, por tanto, defensa y exteriores.

El primer consejo será prácticamente monocolor, aunque, aparte de los de CNT, habrá dos consejeros de UGT y un republicano. La sede inicial será Fraga, la zona de influencia: la mitad oriental de Aragón que quedó en manos republicanas.

El 7 de noviembre de 1936 el boletín del Consejo da cuenta del viaje a Barcelona del presidente del mismo, Joaquín Ascaso, en el que recibió el beneplácito para el desarrollo de la gestión del CRDA tanto de Manuel Azaña como de Lluis Companys. Algo más tarde, tras la reunión en Madrid con Largo Caballero (presidente del Gobierno) se decide, de acuerdo con él, remodelar el Consejo con más presencia de los partidos de Frente Popular, dándole un sesgo aún más plural, si bien siete departamentos estarán en manos del CNT y seis en las del citado Frente Popular. Finalmente, el Consejo Regional de Defensa de Aragón se asienta en Caspe.

El objetivo declarado del Consejo es la organización de la vida cotidiana en su zona de influencia y ayudar al gobierno legítimo en su lucha contra el fascismo.

Aunque ya se habían producido experimentos colectivizadores en España, con la creación del Consejo de Aragón esta práctica se sistematiza en todo el territorio del Aragón republicano.

Escudo del Consejo regional de defensa de Aragón. Imagen: A. Licencia: CC BY‐SA 3.0 Deed.

Lo primero a hacer será cambiar la estructura política: se disuelven los ayuntamientos convencionales y se sustituyen por Consejos Municipales, se crea el Tribunal Popular, se asumen las competencias de orden público, se crea el carnet de identidad propio del Consejo y, sobre todo, se va a abolir la propiedad privada pasando a ser, todas, tierras comunales (excepto parcelas de particulares para consumo propio), así como el ganado y pasan a ser de propiedad del Consejo Municipal. Los cargos que administran el trabajo organizan la vida económica del pueblo serán electos, pudiendo ser sustituidos en las asambleas. Se organiza el territorio por comarcas. Las colectividades abolirán el dinero, repartiendo vales por motivos objetivos y para otros servicios, que siempre serán de tipo gratuito (barbería, sastres, educación, etcétera). La utilización de máquinas agrícolas se repartirá entre las comarcas bajo la dirección de las consejerías competentes. También la organización de almacenes que reunirán los excedentes para su venta e intercambio, así como los transportes. Las personas que no quisieron adherirse a estos métodos económicos comunitarios podrían seguir ejerciendo sus trabajos de manera convencional y manejando el dinero de la República.

Entretanto en Barcelona, ciudad libertaria por excelencia, se habían colectivizado fábricas, transportes públicos y comunicaciones, con gran éxito popular.

La salida de Largo Caballero del Gobierno, tras los graves sucesos de mayo del 37 en la Ciudad Condal que sacaron a la CNT y al POUM de sus posiciones conquistadas, y la llegada de Negrín al poder, que dio mucha más presencia a los comunistas estalinistas, ya presagió lo que podría pasar en Aragón.

Poco tiempo después, mientras se asentaba el experimento colectivista en Aragón, tras la creación de la Federación Regional de Colectividades, en febrero del 37, en junio desaparece el departamento de orden público, lo que ya presagiaba el principio del fin del Consejo.

También la lucha militar, sobre todo con llegada de las Brigadas Internacionales para las batallas de Belchite y Quinto servirían de telón de fondo para el desmantelamiento del Consejo, organismo solo tolerado por la República (al fin, burguesa) y odiado por los comunistas, que no aceptaban ningún intento revolucionario que no fuera liderado por ellos.

Así Enrique Líster, con su división 11 y con un material militar nunca visto en este frente, acabaría con ese «corto verano de la anarquía» devolviendo las tierras a los caciques y persiguiendo con saña a los anarquistas.

Hay que destacar que, quizás, lo peor que le pudo pasar al Consejo Regional de Defensa de Aragón fue su éxito: estudios posteriores a la guerra mostrarán que, tras satisfacer las necesidades de los campesinos, se aportaba más al esfuerzo de la guerra desde las colectividades que de las zonas de economía tradicional.

Ciertamente hubo fallos y excesos, pero, en gran medida, el Consejo luchó para volver a implantar un orden social en una zona limítrofe a la guerra, en la que se produjeron desmanes (sobre todo a manos de descontrolados minoritarios que se integraban en las columnas que se atascaron en su camino hacia Zaragoza); la República volvió a controlar un territorio el que no hubiera podido volver a ejercer su autoridad de no ser por el CRDA. Finalmente hay que decir que el espíritu del 19 de julio estaba en la mente de muchos de los colectivistas.

Legítimamente para un libertario era la revolución, y no la lucha para defender el régimen establecido e injusto, su objetivo. Cambiar a un sistema más justo e igualitario, ese fue el espíritu del Consejo de Aragón. La colectivización no tuvo el tiempo que hubiera necesitado para mostrar su viabilidad.

Esperemos que, algún día, estos sueños de transformación social que por unos meses ilusionaron al campesinado puedan llegar a ser una realidad social que dé un futuro más feliz a un mundo cada vez más desigual e injusto.

Addenda:

El escudo de Aragón que se modificó, así como la bandera.

Joaquín Ascaso, presidente del Consejo de Aragón, fue acusado de robo (injustamente) después de la caída del Consejo y huyó a Francia en julio del 38. Morirá en la indigencia en Caracas en 1977. Tiene un monolito en su barrio de Torrero por iniciativa popular.

  • Los consejeros que fueron pasando por el consejo de Aragón de CNT fueron: José Alberola (de instrucción pública), Jesús Aldanondo (de abastos); Adolfo Arnal (de economía y posteriormente agricultura); Adolfo Bayano (de justicia y orden público); Miguel Chueca (de trabajo); Miguel Jiménez (información y propaganda, después de presidencia), Evelio Servet Martínez (economía y abastos, en el segundo consejo); José Mavilla (agricultura); Juan Isidro Miralles (agricultura, sustituyendo a Adolfo Arnal); Luis Montoliu (transportes y comunicaciones, posteriormente sustituido por Francisco Ponzán); Evaristo Viñuales (información y propaganda).
  • Consejeros de Izquierda Republicana: Jesús Gracia (hacienda); José Ignacio Mantecón (justicia); Tomás Pellicer (justicia, tras no ejercer el primer consejero de Izquierda republicana); Ángel Roig (obras públicas).
  • Consejeros de UGT: Malaquías Gil (cultura e instrucción pública); Arsenio Gimeno (instrucción pública); Manuel Latorre (cultura); José Ruiz (obras públicas y hacienda, posteriormente).
  • Consejeros del PCE: José Duque (sanidad y asistencia social); Custodio Peñarrocha (industria y Comercio).
  • Secretario general: Benito Pabón

Fuentes:

Elaboración propia basada en la exposición de ARMHA sobre el Consejo de Aragón, Wikipedia y Agustín Martín Serrano, autor del texto de la exposición.

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