Primavera Palestina. Diario de una Acampada. Final (de momento)

Rafa López

Largo tiempo ha pasado desde la finalización del periodo de acampada en el Rectorado de la Universidad de Sevilla. Bastante ha llovido, incluso por aquí abajo, y las cosas han cambiado tanto como poco han cambiado en otros lugares. Palestina sigue en el cerco batiéndose contra las fuerzas imperialistas por resistir, por existir. Personas de diversas edades y condición mueren hacinados en escombros ante los ojos de un mundo preocupado por la holgura de sus zapatos.

No fueron pocas las acciones que llevamos a cabo desde la última entrada de este diario que empieza su fin. Muchas acampadas claudicaron, fueron obligadas a desalojar y otras como en Santiago, Oviedo, Murcia se sumaron a esta causa. Mientras, nosotras resistíamos, realizábamos charlas, asambleas, manifestaciones y nos plantábamos en Claustros y reuniones burocráticas de la Universidad y Gobiernos. Acudimos con compañeras saharauis a recordarle al señor Felipe González en su día homenaje -como «Alumno de Honor de la US» ̶ que no dejaríamos en la estacada al pueblo saharaui. También, recibimos nuevos refugiados palestinos y escuchamos atentamente sus aterradoras experiencias que compartieron con nosotras.

Hubo muchas actividades de las que directamente no puedo hablar y otras tantas que convertirían este texto en la lista de la compra o el calendario. Tantas porque era necesario mantener el espíritu, la moral, los ánimos altos. Sabíamos perfectamente que la experiencia estaba llegando a su fin -la del curso 2023-2024 al menos- y que la acampada como tal no podía dar más de sí. Ante la negativa del Rector a dejarnos entrar en el edificio público a hacer vida y actividades evitando las altas temperaturas, el cierre de bibliotecas que impedían estudiar y la cercanía de los exámenes, debimos tomar medidas. Además, cada vez dejaban menos puertas abiertas y más controladas; la soledad de los fines de semana, que no entraba nadie nuevo, lo hacía pesado. No quedó más opción que subir un nivel en la intensidad de acciones o disolver; evidentemente se decidió por la primera opción con la toma del Rectorado, como otras tantas veces se había hecho en la historia de esta Universidad.

Así fue como muchas compañeras mostraron audacia e imaginación, investigando sin medios un edificio enorme y cada vez más vigilado. Repleto de galerías y pasillos que no sabe uno bien a dónde llevan y que, a veces, acaban en una de esas puertas que no se abren ni de casualidad. Así fue como poco a poco fuimos recabando información y conformando el plan.

Entre vueltas y vueltas, notamos, o mejor dicho un compañero notó, un trato especial diferente en cuanto a su libertad de movilidad por el «campus» en relación a nosotros. Se encontraba con que no le facilitaban el carnet de estudiante por problemas burocráticos y les impedían el paso a baños, le paraban incluso al salir. Decidimos acompañar a nuestro amigo a exponer sus quejas, particularmente a los de seguridad, por el trato racista y clasista que estaba recibiendo. Lo cuento, aunque sin datos fehacientes, ni nombres, porque para mí fue uno de los momentos de la acampada. Entrar justo antes de acabar las clases reclamando explicaciones y soluciones por el trato injusto y vergonzoso que estaba recibiendo este compañero.

Los días pasaban y las asambleas en el horno de hormigón, largas y enredadas, y las tareas múltiples de cuidados de la acampada cada vez más recaían entre quienes aún estábamos libres de otras cargas.

El 10 de junio, tras 31 días de acampada en el exterior del edifico del Campus con más estudiantes del Estado castellano, decidimos ampliar los márgenes de nuestra sociedad paralela y radicalizar nuestras reivindicaciones, exigiendo el cese de relaciones económicas y programas con Universidades israelíes. En la mañana nos reunimos unas cien personas con distintas tareas, cada una a sabiendas de su papel. Así fue como fuimos tomando salas tratando de llegar a un Rectorado blindado y acabamos okupando el Decanato de Geografía e Historia. No podré entrar mucho en dimes y diretes puesto que no pocos fuimos identificados ese día desde por la mañana hasta la noche y guardamos la seguridad. Las imágenes están por toda la red y hablan por sí solas. No dejaron entrar a la manifestación convocada con final en el Rectorado, atoraron las puertas cientos de personas y el Rectorado no permitió que sumáramos fuerzas; sino que trató de vaciar el campus hasta dejarnos solos. Sus muestras de ánimo, apoyo y su presión lograron que unos pocos atrapados en un edificio blindado pudieran salir y otros entrar.

La incertidumbre con el CNP encaramado a cada puerta, donde logré identificar unos 11 o 12 furgones policiales siempre en los alrededores preparados, hacía presagiar lo peor. Parece que el Estado les teme a unos cuantos kinkis y jipis que saben leer y escribir con la suficiente decencia, dignidad y coraje para plantarse ante poderes que los superan. Tuvieron que esperar hasta cerca de las 12 de la noche para echarnos. Un cachito de la Sevilla luchadora estuvo largas horas en la calle por nosotras -cosa que me pone los vellos de punta- padres y madres que venían preocupados, los vecinos que preguntaban…

A eso de las 12 menos cuarto después de doce horas de pura tensión y locura, mientras compañeras cenaban, yo disfrutaba de la falsa calma con un cigarro «trampa» encendido y enredado en una de mis charlas sobre el «cante» y sus expresiones de protesta, aparecieron «los payos» por las dos esquinas. Apenas dio tiempo a hacer magia desapareciendo la pipa de la paz, que ya estábamos rodeados. Medio minuto para recoger alguna pertenencia entre flashes de linternas y rápidamente nos ubicaron. Estábamos más de media docena fuera en lo que había sido la acampada todo el mes sin saber cómo estaba siendo dentro en el Decanato. Verán, los patios exteriores del recinto están vigilados con preciosas y carísimas cámaras de 360º que habrían documentado cualquier agresión; pero allí dentro no había más que lo que grabaron. Una hora estuvimos retenidos sin poder hablar entre nosotros y sin saber nada de las compañeras. No nos dejaron recoger nuestras pertenencias antes de salir, ni después de la salida.

Al salir -quienes salimos primero- estaban familiares, compañeras que no había podido estar al calor en esta ocasión y compañeras de los diferentes movimientos sociales. No sé si fueron 5 minutos o 10 segundos, pero al momento salía el resto. Las caras denotaban la violencia brutal recibida por parte del CNP -registradas en videos que muestran las agresiones-, los insultos eran inevitables por el trato vergonzoso, mientras el abrazo colectivo de la acampada volvía a dar fuerzas, las lágrimas caían y la tensión se disparaba. La policía seguía increpándonos, obligándonos a abandonar los alrededores, así que cogimos e hicimos Asamblea en la Puerta de Jerez a escasos metros. Decidimos volver a la mañana siguiente a protestar. Disolvimos y al pasar por la puerta principal, donde se ubicaba nuestra acampada, vimos como una empresa de mudanzas, recogían todas nuestras cosas y las echaban al tun tun al camioncillo. Alargaderas, tiendas, sacos, cargadores, comida, bebida, medicinas…, todo lo que hubiera allí había desaparecido en la mañana siguiente. Los ánimos decayeron y la crispación creció. La policía permitió en nuestra cara que el Rectorado se llevara objetos que no eran suyos, de un recinto que tampoco.

Algunos profesores se concentraron en la mañana dándonos su apoyo, mostrando su enfado y denuncia de los hechos producidos en la noche anterior. Alguna octavilla anónima circuló mofándose de las actitudes de la Universidad con sus propios alumnos. Nosotras contamos, a través de nuestras compis de comunicación, lo vivido. Además, manifestamos delante de las doscientas personas que allí se encontraban nuestro deseo de hacer una concentración esa misma tarde en la puerta. La policía y el Rectorado se lavaban las manos sobre el paradero de todas nuestras cosas -unos dos mil objetos- pasándose la pelota unos a otros. La policía blindó por orden de los mandos de la Universidad, el recinto, impidiendo la realización de tutorías, exámenes, defensas de investigaciones varias…

Y así fue como conseguimos que una concentración convocada escasas horas antes, un martes a las seis de la tarde en pleno junio, reuniera a más de un millar de personas. El enfado era monumental, muchos compañeros de Universidad que habían acudido espantados ante las terribles imágenes que estaban por «tos laos» y que no tenían parangón con otras acampadas por Palestina. Acudieron del SAT, CGT, CNT, Barrios Hartos, OCR, APDH, IR y un sinfín de siglas y personas que de forma independiente mostraban solidaridad con las estudiantes. Desde este espacio que me brinda Redes Libertarias, aprovecho de corazón para dar las gracias por venir.

La concentración improvisada y no comunicada se transformó rápidamente en marcha hacia la Delegación de Gobierno. Los ánimos caldeados, la Policía callaba y quién calla, otorga. Así que sin perder de vista nuestra protesta principal como UsporPalestina -la defensa del pueblo que lleva su nombre-, se convirtió en un concierto imparable de letrillas espontáneas y clásicas contra la policía. Un no parar. Gente mayor y jóvenes sacándoles las vergüenzas a esos que solo defienden la propiedad privada de unos pocos. La marcha transcurrió con normalidad aun saltándose la Ley Mordaza, y llegamos y volvimos de Delegación sin problemas con los agentes que no querían volver a salir en los telediarios. Después de leer varios comunicados emotivos y que llamaban a continuar la lucha, de recordarle al Rector de la Universidad Pública de Sevilla lo que él ya sabe qué es, se desarticuló la «reunión».

Desde ahí se ha estado trabajando en la transformación de este movimiento social estudiantil tras el desalojo de la acampada. Además, seguimos tratando de recuperar los objetos robados por el Rectorado a día de hoy, cosa que nos impediría volver a acampar si quisiéramos o lo viéramos necesario, puesto que todos nuestros medios han sido retenidos. Como un intento de desarticulación de la acampada, además de una muestra simbólica de poder y de impunidad.

La movilización estudiantil no ha hecho más que comenzar y será un año académico largo y peleón. Desde UsporPalestina, donde confluyen diversas organizaciones y sindicatos, trataremos de estar al pie del cañón. Los recortes en la Universidad pública se acentúan durante el verano, quitando becas, parciales y una larga ristra de medios a disposición pública; pero mantienen sus relaciones con empresas y universidades israelíes. Aprovechamos la próxima huelga del 27 de septiembre para poner Palestina en el centro de la discusión y la situación de desmantelamiento de la Universidad pública. Oirán de nosotras, la lucha sigue y es el único camino.

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