Jacinto Ceacero
He asistido, hace unos días del pasado mes de octubre de 2024, a la presentación del libro de David Uclés: La península de las casas vacías (Siruela, 2024), en su ciudad natal (Úbeda) y en la librería El agente secreto (todo un guiño a la obra de Joseph Conrad).
Nacido en 1990, David es un joven autor, músico, dibujante, traductor… que está teniendo un éxito impresionante con esta, su tercera novela, llegando a ser uno de los libros más vendidos en este año y que mejor crítica y valoración están teniendo. Basta recurrir a los medios de comunicación convencionales, internet y redes sociales para constatar esta afirmación. Las ediciones del libro se agotan y la asistencia a las presentaciones por toda la geografía española están resultando muy concurridas.
Como figura en la publicidad de la novela, estamos ante Una novela total sobre la guerra civil española en clave de realismo mágico, en la que, a lo largo de 695 páginas, fruto de un trabajo inconmensurable durante 15 años, se cuenta La historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías. He dicho bien, un trabajo de investigación y documentación de 15 años.
Conocía del éxito de este libro por las numerosas entrevistas a David, lo adquirí, lo leí y no podía faltar a su presentación para conocer de primera mano y por boca del autor, los entresijos de la novela y, sobre todo, los objetivos profundos que se plantea con la recuperación de la memoria y el acercamiento de la misma a la juventud.
Las reflexiones que expongo a continuación no pretenden ser una reseña del mencionado libro (tiempo habrá para hacerlo en otro momento, si fuera necesario) sino que recogen aquellas primeras impresiones políticas que extraje de las palabras del autor y cómo me suscitó la idea de relacionarlo con David Broncano, todo ello, como consecuencia de vivir atormentado por la deriva ultraderechista y autoritaria que se expande por la sociedad y que con tanto énfasis cala entre amplísimos sectores de la juventud. Cualquier iniciativa que se adopte en pro de la formación y contra la manipulación de la juventud me interesa.
En efecto, el fenómeno mediático David Uclés me pareció un acontecimiento literario y social semejante de alguna manera, que guarda cierta similitud, con el impactante y fulgurante éxito, absolutamente mediático, del humorista, cómico y presentador David Broncano con su programa recentísimo en la televisión pública La revuelta.
Existen algunas coincidencias, irrelevantes sin duda, como puede ser que ambos personajes se llaman David, ambos son todavía suficientemente jóvenes (34 y 39 años respectivamente) y ambos han pasado su infancia en la olvidada provincia de Jaén, pero lo realmente significativo y por lo que he asociado a estas dos personas ha sido por el fenómeno de irreverencia y provocación que representan, tanto literario como de comunicación, en relación a los cánones que veníamos conociendo en sus respectivos ámbitos.
David Broncano, por su parte, ha conseguido en 2024 un premio Ondas al Mejor Programa de Entretenimiento por atraer nuevos públicos a la televisión generalista, en un formato de entretenimiento en el que la participación del espectador es parte del éxito. Además, está batiendo récords de audiencia desconocidos en la televisión pública y convencional, superando, en ocasiones, los dos millones de espectadores, compitiendo por la hegemonía que actualmente tienen las cadenas privadas y lo más importante, lo ha hecho acercando a la juventud al tradicional medio de comunicación como es la televisión pública.
Esta juventud, que prácticamente nunca recurre ya al uso del mando de la televisión, está vinculada con la realidad, con el día a día de la vida, casi de forma exclusiva a través de los canales, las plataformas y las aplicaciones de las redes sociales haciendo seguidismo de los y las influencers, exponiéndose con ello a la manipulación, a la intoxicación informativa, a la mentira de los bulos y las falsas noticias, pasando a engrosar el ejército de voluntariado distópico que el poder necesita.
Parte de esta juventud, gracias al fenómeno Broncano y su programa La revuelta, deja de lado durante unas horas sus sofisticados Smartphones para volver a coger el mando a distancia de la televisión convencional y pública, compitiendo así con el resto de la familia, y enchufando la primera cadena de televisión.
Esta opción televisiva pública, a pesar de la disputa política partidista por su control ideológico, deberá ofrecer, teóricamente, unos contenidos que irradien algunos de los valores que ya a duras penas somos capaces de nombrar, escuchar y defender como los derechos humanos, la solidaridad, el feminismo, el respeto al medio ambiente, el derecho a la información, a conocer la verdad, la justicia social, la honestidad informativa y tanto otros valores que nos harán más libres.
No estamos ante un programa ideológicamente radical ni intencionadamente formativo pero ciertamente, este programa de entretenimiento ofrece originalidad, espontaneidad, improvisación, modernidad, participación, naturalidad, en un formato de humor, comicidad y frescura que la ideología casposa y conservadora considera que transmite valores progresistas.
David Uclés, con su obra literaria ha conseguido, lo está consiguiendo, que mucha juventud se acerque a la guerra civil, de la que desconoce todo ya que prácticamente nadie se la ha explicado en los institutos y centros educativos, ni en las familias se ha hablado jamás de esta memoria.
Uclés consigue tratar desde el humor, la ironía, la frescura, la empatía, la irreverencia, la provocación, el pensamiento mágico, pero también desde el rigor y la verdad, el acontecimiento más traumático, más dramático que ha vivido nuestro país en el siglo XX y este mismo siglo XXI, como es la guerra civil. Algo impensable desde el mundo de la academia o la historiografía más ortodoxa.
En la charla presentación de la novela, el autor se declaró ardiente defensor de la recuperación de la memoria porque al no existir el tiempo, según su filosofía, y sí el espacio, es preciso que sepamos de las gentes que nos antecedieron, ocuparon y vivieron en esos espacios que hoy habitamos nosotros.
El mero hecho de que el autor se sienta reivindicativo de la recuperación de la memoria me permite inferir que su ideología, no declarada expresamente, es de progreso, porque nadie de la derecha y extrema derecha es capaz de reivindicar la memoria, los lugares de memoria, la verdad, la recuperación y reparación de las víctimas.
La novela ya es interesante en sí por ese estilo de realismo mágico que tanto recuerda a García Márquez, pero lo es por la libertad con que aborda el texto, la frescura de las imágenes que recupera o el gran dominio de los lenguajes y palabras de lo rural.
El texto, que aparentemente juega a la búsqueda de la verdad, denunciando las atrocidades cometidas en la guerra civil, sin duda, expone la verdad, la totalidad de la verdad, en eso no miente, ni se inventa la realidad, aunque es cierto que la mezcla e intercala, en su mundo de realismo mágico, con la imaginación para que resulte cercana y atrayente a esa juventud y otras gentes que no tiene conocimiento de lo que realmente sucedió en la guerra civil.
Los tiempos en que nos está tocando vivir resultan ser desconocidos, extraños, impredecibles e imprevisibles. Vamos a la deriva más autoritaria que jamás habíamos podido soñar, la distopía adquiere forma de realidad y se naturaliza en nuestras vidas, pensamientos y comportamientos, cabalgando a lomos de la juventud más estrambótica.
Cualquier iniciativa que se plantee revertir esta deriva, voluntaria o involuntariamente, es bienvenida y merece nuestra atención.