Cantos sin voz

Joaquín Sánchez Vallés
La dilatada obra literaria de Joaquín Sánchez Vallés, incluye catorce libros de poemas que gozan del surrealismo en «Ruina del aire», expresan con memorable hondura el florecer de la pérdida en «Restos de luz en una cesta» o afilan la denuncia social en el testimonial y estremecedor poemario «Historia del mundo antiguo».
Su escritura libre de ataduras a estilos en boga, atraviesa tendencias y generaciones poéticas. Siempre con depurada técnica formal y un admirable amor al ritmo de los versos, funde un certero simbolismo con agudas reflexiones, no exentas de relámpagos de ironía.
En estos poemas aparece su temor a la actual revitalización de la ultraderecha, ahora que vuelven «los de antes, los de siempre» o su acusación poética a la prostitución: «el turbio amor que no ama».

Un lugar

Un lugar desolado, quizá España.
Un tiempo sin futuro, acaso ahora.
Una tierra infecunda y heladora,
campo propicio al cardo y la cizaña.

Una piedra que afila la guadaña.
Un hambre vieja que de nuevo implora.
Una rabia civil, sangre que aflora
campo propicio al cardo y la cizaña.

Un silencio, tal vez el de tu aliento.
Un corazón vestido de fatiga.
Un espanto sombrío y violento.

Un puño que amenaza y que castiga.
En un yermo mordido por el viento,
donde jamás germinará una espiga.

Romance del amor vendido

En las llanuras del mundo,
el viento del desvarío
surca desmontes de arena
y apresura enfurecido
una sequía de adelfas,
espartos y tamariscos.
Y en las ciudades del mundo,
en solares escondidos,
el turbio amor que no ama,
hecho de angustia y de frío,
deja mujeres desnudas
con su dolor más antiguo.
Hombre que vienes y miras
con ojos estremecidos,
no esperes fuego en mi piel,
tensada sobre un abismo
donde la sangre dibuja
el morado de los lirios;
ni quieras beber el agua
de mis labios afligidos;
ni busques entre mi carne
la seda de un suave alivio,
sino un río de puñales
embotados en el filo
que empujan venas arriba
el amanecer del grito.
Ven y túmbame deprisa
como en un sueño intranquilo,
como un silencio se agota,
como se cierra un mordisco,
toma mi cuerpo enterrado
en el hueco de un vacío.
¿Qué sabes tú de mi cuerpo,
de mi nombre o mi camino?
Mi cuerpo ha llegado a ti,
para darse a tu capricho,
por un sendero cercado
de mentiras y exterminios,
desde los años de guerras,
desde las hambres de siglos,
en eternas caravanas
que arrastran muertos y heridos,
en imposibles fronteras
alambradas de estampidos,
en sangrientas madrugadas
sobre el mar color de vino.
Ven y túmbame deprisa,
porque este cuerpo no es mío;
es del relente que muerde
y de la noche que habito,
y se hizo de aguda piedra
en países abolidos
para entregarse a los hombres
en un orgasmo tristísimo.

Fado

¿Qué tiempo te tocó vivir, trenzado
en pólvora y en sangre, lodo y luto?
¿Vas a mirar morir cada minuto
de este mundo a la muerte condenado?

Grita la carne su estertor airado.
Lanza la guerra su terrible esputo.
Del árbol de la vida pende un fruto
podrido: entre su pulpa está tu hado.

¿Fueras acaso más feliz muriendo
en otra edad? Cualquier edad es dura.
(Avanza el siglo urdiendo mal presagio)

¿O crees que la escritura te asegura
tu redención? Mejor callar, sabiendo
que nadie va a salvarse del naufragio.

Romance de los malos tiempos

Ya llegan los malos tiempos
del temor: las viejas sombras
se alzan de nuevo en las lindes
podridas de la memoria.
Hombres de caballo antiguo
por los caminos galopan,
los que pisan las cosechas,
los que matan las palomas,
los que cavan en la tierra
los pozos de la zozobra,
con la hiel en las entrañas
y la sonrisa en las bocas.
Llena de piedras y gritos,
la tarde se desmorona.
Noches insomnes golpean
a las puertas de la aurora.
Sobre montes calcinados
y planicies cenagosas,
trazan su pesado vuelo
aves que la sangre agoran.
España rota de heridas
sueña tapias y abre fosas,
mientras ensucia sus dedos
una grasa de pistolas,
mientras se amagan los días
en las guaridas más hondas
y filas de muertos pasan
con su soledad a solas
hasta hundirse en los terribles
imbornales de la historia.

Geografía

España limita al norte
con un duro cielo azul.
Con un mar rojo de sangre
España limita al sur.

Sobre los campos de piedra,
bajo los montes de luz,
vientos del este y oeste
barrieron mi juventud.

Por el mapa estremecido
fluye una larga inquietud.
La alta noria de la luna
la acarrea en su arcaduz.

Vosotros, los de antes

Vosotros, los de antes, los de siempre,
amigos de la noche y la desdicha.
que arrancabais el trigo y la amapola,
mecidos por el viento más frío de la tierra.

Por vosotros quedó la luna sucia,
como un rastro de mugre en la escarcha del cielo,
la luna que miraba alzar muros y fosas
donde enterrar las balas y las bocas que cantan.

Ahora volvéis por un camino antiguo
con una cruz alzada entre las sombras
a reclamar la herencia de cicutas
que un dios muerto legó a la perpetua infamia.

Yo sé que proclamabais la muerte y el exilio,
borrachos en la inquieta víspera de la sangre,
y en el metal de vuestros corazones
se amagaba la llaga y el gusano.

Yo sé que ahora volvéis para afilar el cuarzo,
hacer llorar el mar y sus orillas
y a los pobres tendidos a la puerta
negar la patria del olivo.

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