José Luis Terrón
Roc Blackblock (Barcelona, 1975) es un artista y muralista libertario
Roc Blackblock centra su obra en la memoria histórica y las denuncias sociales. Sus murales pueden verse en España, Latinoamérica, Francia o China. Su principal referencia es el muralismo latinoamericano. También realiza obras en pequeño formato de carácter más íntimo. Se considera un trabajador y piensa que el espacio público es la casa de todos, un lugar para compartir en el que poder expresarse individual y colectivamente. Para Roc Blackblock pintar en la calle es un acto político en sí mismo.
¿Qué es la memoria?
Para mí la memoria es el ejercicio de recoger todos los relatos individuales y colectivos de los episodios de la historia y conformar con ellos un relato comunitario, que está cargado de subjetividad en tanto que comporta una mirada no solo al pasado, sino al presente y al futuro y está cargada de valores e intencionalidad. De ahí que podamos hablar de memoria antifranquista, de memoria antifascista o de memoria del exilio, por ejemplo.
¿Cuáles son los colores de la memoria?
Creo que los colores de la memoria son la pluralidad de colores, y esa es la virtud de la memoria, recoger toda esa diversidad.
¿La memoria se desvanece en la nostalgia?
Considero que la memoria, como he dicho antes, tiene un componente subjetivo, mientras que la nostalgia es algo que puede ir transmutando y deformando, hasta cierto punto, la objetividad de nuestros recuerdos, si es que esa objetividad existe. Más que desvanecer la nostalgia hace distorsionar la memoria.
¿Tus murales son memoria compartida?
Indefectiblemente esa es la voluntad con la que nacen, es el ser altavoz de un mensaje comunitario que se ha desenvuelto en el ámbito de la memoria. O sea, intenta ser un vehículo de la comunicación, de la expresión y de la divulgación de la memoria compartida.
¿Cómo pintarías el olvido?
Pintar el olvido, entendiéndolo como un ejercicio de divulgación de la memoria, es un oxímoron, justamente pintamos contra el olvido.
¿Recuerdas tu primer mural?
Mi primer mural, o lo podría decir en plural, mis primeros murales fueron murales hechos por Roc, que en ese momento no tenía este seudónimo y empezaba a militar en el Mili KK y en el movimiento de insumisión. Éramos un pequeño grupito de chavales adolescentes que nos reuníamos en el barrio de Sants de Barcelona e hicimos unos primeros murales con unos resultados decepcionantes, todo hay que decirlo. No tenía un gran nivel de dibujo y el resultado no era muy satisfactorio. Son los primeros murales que recuerdo y durante mucho tiempo mi conexión con el muralismo.
Después de esos tiempos recuerdo con mucho cariño un mural realizado por todos los colectivos del Mili KK de Barcelona; fue Carlos Azagra quien trazó las líneas básicas y los miembros de los colectivos estuvimos allí con el pinta y colorea. Estaremos hablando de la primera mitad de los noventa.

Tu obra se concentra sobre todo en Cataluña, ¿en qué otros lugares podemos disfrutarla?
Si, efectivamente tengo la mayor parte de mi obra concentrada en Cataluña, porque es mi tierra, mi entorno, mi hábitat y es donde he desarrollado principalmente mi carrera, pero he podido pintar en muchos sitios del estado español: Valencia, Madrid, Euzkadi, Asturias, Andalucía, Extremadura. La mayoría de los murales en los últimos años. Recién he estado pintando en Motril en relación al episodio de la Desbandada o hace algo más de un año en Extremadura haciendo un mural sobre la Rebelión de los yunteros y si todo va bien espero pintar antes que termine este 2024 un homenaje a la Revolución de Asturias en su noventa aniversario. Internacionalmente he podido realizar murales en Chile, Argentina, Brasil, Francia y China.
¿Dónde te gustaría plasmar un mural y no lo has podido hacer?
Para mí el tema de pintar en la calle y en el espacio público es un acto político en sí mismo y como persona de una tendencia e inquietudes libertarias a lo que aspiro es la toma de los sitios del poder, y más que derrumbarlos los pintaría y los convertiría en espacios colectivizados. Puestos a apuntar alto apuntar a los de arriba, no para que sea un proceso de abajo a arriba, sino para derrocar a los de arriba y que sea un proceso horizontal.
¿Qué no querrías pintar?
Siempre digo, para que cada uno, partiendo del respeto y del consenso, pueda expresarse, ya sea poniendo un tag individualmente o como receptáculo de mensajes colectivos. En este ámbito, siempre me ha parecido que mi expresión individual no tenía nada que aportar a lo colectivo o al espacio público y era algo que podía relegar a mi ámbito personal. Como lo que siempre me ha movido es la implicación en los movimientos sociales para una transformación social, he aspirado a ser un altavoz, un vehículo de comunicación de estos movimientos sociales y de sus inquietudes, luchas y reivindicaciones comunitarias, con lo cual, por pasiva, define también lo que no querría pintar: cualquier cosa que vaya en contra del interés común.

¿Barcelona es una ciudad para muralistas?
Si y no. Realmente es una ciudad que tiene muchos ingredientes para ser capital del muralismo, por ejemplo, por la tradición y la cultura comunitaria y de vida en la calle. Pero a la vez es una ciudad que vive bajo el yugo de la marca y el modelo Barcelona, especialmente impulsado y propiciado por el PSC, aunque esa visión neoliberal de la ciudad va más allá de este partido.
Estamos en esa lucha, porque es una ciudad que nos pone palos en las ruedas y nos consideran usuarios o trabajadores de una gran ciudad tienda o ciudad parque temático y nos niega al uso del espacio público, con lo cual cualquier actividad no normativa es perseguida hasta que esta consigue destacar. Entonces esta ciudad capitalista lo que hace es sacarle rendimiento e intentar fagocitarla.
¿Es importante el arte en los espacios urbanos?
Para mí no es importante que el arte esté en el espacio urbano, es imprescindible. Siempre pongo el ejemplo de una persona que habita una casa; una de las cosas que hace para sentirla suya es decorarla, ya sean con carteles, con cuadros o con cortinas, me da igual. Pienso que el espacio público es la casa de todos, es un espacio compartido en el que es necesario que nos identifiquemos a la par que sentir que nos pertenece en lo común. Cuando entramos en la habitación de un hotel o de una pensión nos envuelve una decoración neutra, aséptica, como para todos, y en la que nadie se siente parte de ese espacio de paso. Creo que ese es el modelo de la ciudad neoliberal, que nos convierte en usuarios, en trabajadores de este espacio, sin darnos derecho a hacer posesión, uso del mismo.
¿Tienes temor a que tus obras ayuden a la gentrificación de un lugar?
Esta pregunta es muy acertada. Sí, mucho, por supuesto. Sobre todo da miedo esa capacidad del neoliberalismo para asimilar y apropiarse de cualquier cosa, incluso las expresiones que van en su contra, y capitalizarla, transformándola en mercancía.
En algunos casos he recibido propuestas que eran participar de esta gentrificación de forma descarada, como, por ejemplo, hace años que me propusieron la posibilidad de pintar en la futura terminal de cruceros de Barcelona y evidentemente dije que no, o una reciente licitación que ha habido en Barcelona de unas subvenciones Next Generation, dotadas con casi 900.000 euros, para hacer murales en Nou Barris (Barcelona), que es un barrio obrero y proletario. Uno de los objetivos de esa licitación es descentralizar el turismo, es decir, expandirlo justamente en los barrios proletarios de Barcelona y, claro está, ahí no hay ni trampa ni cartón, está claro que es gentrificar el barrio.

¿Cuáles son los pasos que debes seguir a la hora de hacer un mural? ¿Cómo son los procesos creativos y técnicos?
En realidad los primeros pasos están en encontrar el muro, hablar con los colectivos o con los clientes o quien vaya a trabajar, hay toda una parte de producción, pero cuando estás en el muro es una cuestión muy técnica y muy práctica. Yo me siento un trabajador del arte y hago mías las palabras de Víctor Jara, que decía, más o menos, no sé si lo que hago es arte o no es arte, el tiempo lo dirá, pero soy un trabajador con conciencia, porque realmente muchos de estos pasos y procesos no dejan de ser trabajo, trabajo con tanto arte o tan poco como el que puede tener el que realiza un lampista o un ebanista. Rechazo frontalmente ese virtuosismo y ese proceso creativo que parece que sea algo de unos pocos privilegiados tocados por una varita mágica y que están por encima del resto de los mortales. Combato esa idea y me siento y reivindico el trabajo creativo y artístico como algo más artesano que en lo común viene entendiéndose como arte.
¿Cuánto tiempo te lleva pintar un mural? Por ejemplo, el último que has pintado en Gràcia (Plaza del Pueblo Gitano).
El tiempo que tardo en pintar un mural depende de muchos factores, empezando por las dimensiones, pero también por las características del muro o la facilidad de acceso. Como soy un trabajador autónomo eso me condiciona e intento lograr un mínimo de calidad, pero tengo que ir a piñón fijo y me pego panzadas de 10 y de 12 horas de trabajo, porque también me gusta zambullirme en el muro y no soltarlo hasta que no lo tengo controlado, con lo cual más de un muro y más de dos suelo tardar una semana. En el caso del mural de Gràcia, que fue un mural muy complejo, estuve 12 días trabajando.

Sin duda tienes un estilo propio, ¿cómo lo has ido conformando?
El estilo propio es una de esas batallas internas, porque hasta no hace mucho tiempo buscaba rechazarlo, pero al final va saliendo. En estos 25 años que llevo pintando he ido probando varias técnicas y recursos y quedándome con aquellos que me satisfacían, que me sentía cómodo y que también me permitían no tener que estar fijándome en cómo pintaba, para mecanizarlo en cierto modo, e ir quedándome con un método de trabajo y de ejecución que me permitiera concentrarme más en lo qué explico y en cómo lo explico.
¿Cuáles son tus influencias?
Una de las ventajas de los tiempos que corren, respecto a cuando comencé en el año 99, son las redes sociales, que son un pacto con el diablo, pero todas podemos saber qué se está pintando en la otra parte del mundo, así que mi lista de influencias es infinita, pero a la hora de abordar la profesión tengo una clara mirada hacia el muralismo tradicional, el muralismo latinoamericano en confrontación con la cultura hip hop/grafiti que se ha implantado en Europa y en gran parte del mundo. Este fue el entorno y el contexto en el que empecé, pero ahora me siento más identificado con el muralismo latinoamericano.
¿Con qué otros muralistas has trabajado y con cuáles te gustaría trabajar?
Esta entrevista la estamos realizando el día después de haber terminado un proyecto que para mí ha sido cumplir el sueño de pintar con Mono González, un artista chileno que empezó con 17 años, trabajando para la campaña de Salvador Allende, y que a día de hoy con sus 77 años sigue activo, sigue pintando y sigue entendiendo el muralismo como una forma de militancia. Conocerlo y trabajar con él ha sido un enorme aprendizaje, tanto en lo personal y en lo profesional como en lo político. Hay mucha gente con la que me gustaría pintar, pero principalmente es la gente con dos requisitos, la admiración por el trabajo técnico y que sienta, sobre todo, una afinidad con los contenidos y con la forma de entender esta actividad, que rechacen ese papel del artista por encima del bien y del mal, que entiendan el espacio público como un espacio en disputa por el relato y por la hegemonía cultural. Podría citar Murales Lian, podría citar Tono Cruz, podría citar Elías Taño y a muchos más. La lista afortunadamente no es corta, pero en comparación con todo el sector somos una pequeña parte, pero nos vamos buscando y nos vamos encontrando.

En tus murales no solo hay imágenes, también hay textos. ¿Cómo trabajas su interrelación? ¿A veces piensas antes en el texto que en las imágenes?
Me gusta la idea de que cada espectador haga su propia lectura, su propia interpretación, pero a veces siento la necesidad de dirigir un poco hacia el foco de atención e indicar y dar una pista o decir claramente a qué estoy haciendo alusión. Trabajando con la memoria es muy fácil que se le vacíe de contenido y se interprete esa imagen como una foto retro, vintage, independiente de cual sea el contenido. Añadiendo una frase, una cita, es más fácil dar alguna pista de con qué intencionalidad he realizado esa obra, sin que eso invalide la lectura individual.
Tengo documentos en los que voy recogiendo citas, pensamientos y aforismos que pienso que algún día me puedan servir para acompañar algún mural y de hecho lo mismo me pasa con las imágenes, a medida que voy navegando voy recogiendo material que pienso que algún día puede formar parte de un potencial mural.
¿La tipografía es importante?
Mi formación es la de diseñador gráfico, de ahí esta forma también de entender el arte urbano como un ejercicio de comunicación puro y duro, con un emisor, un canal, un mensaje, un receptor, y siendo la tipografía un elemento crucial y un pilar básico del diseño gráfico, para mí cuenta mucho.
En el muralismo, y más en la calle, también has de poner el cuerpo, ¿es muy duro?, ¿la salud se resiente?
Si, claro que si. Por un lado está la tendencia a romantizar lo de que viajas y haces lo que te gusta, y puede ser cierta, pero somos clase trabajadora y te ves pintando en enero, empezando la jornada a las 7 de la mañana y echándole horas hasta que se va el sol y, a veces, con temperaturas extremas en el exterior; este verano he estado pintando y no puedo dejar de pintar aunque haya una ola de calor, lo que hace que tenga que cambiar los horarios: empezar de madrugada, parar cuando le da el sol al muro y volver por la tarde noche, cuando empieza a bajar la temperatura; y todo eso tiene un coste físico. El trabajo, literalmente es muy físico y cubrir superficies tan grandes a brocha limpia, ahora que ya son 25 años trabajando, va haciendo mella en las articulaciones y en los tendones. Pero al mismo tiempo me siento un privilegiado, al lado de una kelly, por ejemplo, me avergüenza decir que es un trabajo verdaderamente duro, duro es asfaltar una carretera durante toda una jornada laboral de sol a sol.
¿Para ti qué es la libertad de expresión?
Para mí la libertad de expresión es ese ejercicio de poder compartir y proyectar hacia afuera los pensamientos e inquietudes. De todos modos, en mis reflexiones sobre esta cuestión y habiendo convivido toda mi vida con esa manida frase de la libertad de uno acaba donde empieza la del otro, siento más mío eso de que la libertad de los otros expande la mía hasta el infinito; pero se trata de una utopía que perseguimos, en la que ese uso de la libertad individual y la defensa y la libertad de los otros deben ir acompañadas de una gran responsabilidad comunitaria. Por otro lado, ha de ser protagonizada por hombres y mujeres nuevos, que tangan una capacidad de despojarse de todo lo que el sistema capitalista y las religiones nos imponen.
¿Hemos normalizado la Ley Mordaza?
Creo que sí y que no al mismo tiempo. Seguimos resistiendo, pero a veces individual y colectivamente nos las van colando y vamos normalizando cosas de esa maquinaria del capitalismo y el neoliberalismo que nos va segando la hierba bajo los pies.

A parte de los murales también haces obras en pequeño formato.
Cada vez más. La verdad es que por ese desgaste físico y por la intensidad del trabajo, tengo la suerte de que en ocasiones estoy pintando semana sí y semana no, cuando no estoy pintando necesito descansar, porque mis articulaciones y mis manos…, vamos que de los hombros para abajo cultivo tantos dolores que necesito reposar. Aunque me encanta la ilustración y entiendo el muralismo como una ilustración de gran formato, me gusta recrearme en la ilustración en pequeños formatos, en pintura acrílica, digital, tinta,…
Empecé trabajando como ilustrador y como tatuador y el muralismo y grafiti era una actividad que hacía como militante o como ocio, hasta que llegó un momento que decidí cambiar y profesionalizarme. Pero ya llevaba 15 años pintando murales, con mucho compromiso político, porque lo hacía en el CSO en el que vivía o para los movimientos sociales en los que participé. En el paso a la profesionalización decidí que si iba a vivir de ellos lo que no iba a hacer era ponerlos al servicio del enemigo, nunca voy a pintar para una central de cruceros o para el BBVA. En los temas de los murales me he de sentir involucrado o hacer míos hasta cierto punto.
En el momento en el que dejo de trabajar profesionalmente la ilustración, ese continuar dibujando es donde vuelco esas inquietudes más personales, que me gusta hacer en un espacio más íntimo, como es una libreta, y dejar en la calle los temas comunitarios.
