Las responsables del documento han logrado hacer llegar un mensaje de esperanza y optimismo a quienes luchan contra la violencia del sistema capitalista: “la policía y el Estado no son infalibles; tienen grietas en su funcionamiento”
Macarena Amores
Toda formación o aprendizaje es necesario (aunque insuficiente) cuando se trata de luchar contra el brazo armado del Estado. Lo hemos comprobado en muchísimas ocasiones, incluso sabemos que nuestra gente ha llegado a perder la vida defendiéndose de la única violencia permitida, la de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad.
En los últimos años hemos sido conscientes de varias infiltraciones policiales en movimientos sociales, formaciones de izquierdas e incluso en organizaciones sindicales combativas. La labor de la prensa alternativa junto con la de la militancia más despierta han puesto encima de la mesa el debate de una realidad que siempre ha existido (y seguirá dándose) porque, aunque nos hayamos relajado en las últimas décadas, considerando que en “democracia” no deberían suceder ciertas cosas, lo cierto es que la práctica es diferente por completo.
La editorial ‘Dos Cuadrados’ facilitaba el pasado 3 de febrero la descarga de un manual confeccionado sobre la base de “datos obtenidos tras el descubrimiento, entre 2022 y 2024, de infiltraciones policiales en organizaciones políticas de izquierda”. Está escrito principalmente por militantes que han estado muy cerca de las mismas, o por aquellas que incluso les han tocado lidiar con las mismas de manera directa, afectándoles física y emocionalmente.
El texto aporta un cuestionario con 17 preguntas tipo determinantes para comenzar una investigación dentro de colectivos donde su militancia sospecha que pueden existir miembros de cuerpos represores, y del mismo modo se comparte en sus páginas algunas conclusiones de otras organizaciones y movimientos que tras esta experiencia han llevado a cabo reflexiones (tanto individuales como colectivas) para ayudarse mutuamente y continuar adelante en sus luchas sociales y políticas.
Para entender mejor el texto que tenemos a nuestra disposición es importante conocer las diferencias entre “policía infiltrado” y “policía encubierto”, puesto que no son sinónimos y sus actuaciones no están reguladas de la misma manera en las leyes existentes en el Estado español.
El agente “encubierto” opera con la autorización de un juez en determinados asuntos o causas que se han judicializado (terrorismo, narcotráfico, etc.). Estos funcionarios policiales son parte de una causa judicial y están “controlados” por los magistrados. Sus actuaciones están reguladas por ley.
El agente “infiltrado” actúa sin tutela judicial y su “labor” es mucho más opaca, realizándose supuestamente de manera preventiva (aunque las causas que investigan no estén “abiertas”). La Policía puede infiltrarse solo con indicios en colectivos u organizaciones para recabar datos e informaciones sobre los mismos y su militancia. Además, las actuaciones que estos funcionarios realizan cuando actúan como “infiltrados” dependen de la Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) y tienen carácter “reservado” o “secreto”. Nunca conoceremos su estructura, su organización, los medios que tienen para llevar a cabo estas operaciones ni sus fuentes.
Según la Policía, “toda asociación es susceptible de ser investigada si se está cometiendo un delito”. Sin embargo, con los casos de estas últimas infiltraciones al descubierto solo hemos podido comprobar que en absoluto representaban ningún peligro para el Estado o el propio sistema. No obstante, no deberíamos tomarnos la constatación de este hecho para sentirnos aliviadas, sino más bien para replantearnos el modo de luchar al que nos han sometido y acostumbrado unos y otros. Por un lado, el propio sistema con su batería de leyes y normas cada vez más enfocadas en criminalizar la lucha social, y por otro el relato de los “supuestos líderes” de determinados movimientos (sociales, políticos o sindicales) llamando a la “no-violencia”, a la “paz social” y a la “confluencia pacífica” mientras la gente no puede sobrevivir o muere en el intento. Y cuando digo “muere en el intento” me refiero exactamente a las casi 800 personas que han perdido la vida trabajando en 2024. Si esto no es una declaración de guerra, ¿qué puede serlo?
Otro aspecto a destacar del documento para descubrir infiltraciones policiales en nuestros entornos es la responsabilidad que han demostrado quienes lo han confeccionado a la hora de recordarnos, a lo largo de sus páginas, la importancia de investigar desde la tranquilidad, no dejándonos llevar por rumores, datos falsos, paranoias y acusando sin más a gente que luego resulta que no tiene nada que ver con la razón de la investigación. Y esto a pesar de que, como bien explican, también en las organizaciones han existido, existen y existirán personal civil “ajeno al Cuerpo Nacional de Policía” que posiblemente estén ayudando en la tarea que tiene por delante un “agente infiltrado”, protegiendo y respaldando la coartada de este ante el grupo del que forma parte como uno más.
Es de agradecer a las personas que han hecho posible este manual o texto, recabando información y resumiéndonos los aspectos más importantes de esta forma de violencia estatal. Porque no existe la “fórmula mágica” para descubrir las intenciones de quienes llegan a nuestros entornos de lucha o se incorporan a ellos de otros. Sin embargo, sí que debemos y podemos estar atentas a los mismos para evitar que estas situaciones puedan darse o en el caso de que ocurran, que puedan servir a los cuerpos y fuerzas de seguridad en algún momento. Es por ello, como reflexión final, que no deja de sorprenderme la actitud de determinada gente cuando se han expuesto públicamente lo que estaba pasando en determinados colectivos. Las infiltraciones policiales han existido siempre y el Estado continuará metiendo cómplices y colaboradores en nuestras casas, es mejor que lo asumamos ya y nos formemos lo mejor posible para defendernos llegado el caso.
Lo que sí debería “sorprendernos” es el grado de relajación que durante décadas hemos alcanzado para que determinados hechos y determinada gente sean tolerados en nuestros entornos militantes. Gente que ha trabajado o ha colaborado, o que colabora todavía relacionándose sin más con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y que son protegidas por quienes se suponen que han aceptado acuerdos y el consenso alcanzados por todas en el entorno “seguro” de nuestras organizaciones.