Pilar Catalán
Pintora, grabadora, artista digital y videoartista. Su obra se proyecta a nivel nacional e internacional. Escritos sobre arte en catálogos y revistas especializadas. Feminista desde los años 1960.
El lenguaje artístico nos permite expresarnos, comunicarnos y transmitir mensajes, es por excelencia un transmisor de emociones, nos permite vivir una experiencia estética y genera sentimientos de carácter universal. El arte es una fuente de placer, de aprendizaje, de dolor, es una herramienta utilizada por los distintos poderes a lo largo de la historia para manipular conciencias, imponer credos, articular los comportamientos a seguir y provocar un diálogo sobre cuestiones sociales, contamina el inconsciente colectivo de manera muy perversa. Frente a las manipulaciones misóginas y machistas, el arte también arremete con una nueva mirada y denuncia los abusos de poder del patriarcado y el maltrato contra las mujeres.
Desde otra faceta presenta una dicotomía a modo de juego universal, la buena y la mala mujer, la pecadora o puta, la bruja o la maga. Ligada con la mitología clásica y cristiana, nos encontramos con Eva, inteligente, libre, independiente, o con la Virgen María pura, que concibe sin varón, mencionamos aquí algunas de las etiquetadas como pecadoras que fueron grandes mujeres que utilizaron el sexo para llegar a ambientes de poder reservado únicamente para hetairas, cortesanas, artistas o putas como Aspasia de Mileto, Mesalina, María Magdalena, Teodora, Verónica Franco, «Ninon» de Lenclos.
Violencias en el arte
Vamos a hacer referencia en este texto a la pintura y su vinculación con la violencia contra las mujeres en el sistema del arte, por considerar que se manifiesta de manera explícita e implícita en las representaciones artísticas durante milenios, y refleja la violencia, malos tratos y crueldad, fruto de la mirada masculina. El cuerpo desnudo de la mujer obligatoriamente va unido a un canon de belleza diseñado por el varón, con el objetivo de estimular su deseo sexual y sentir placer, nuestro cuerpo ya no nos pertenece, somos bellas, sumisas, y deseables para ellos. Es la visión androcéntrica en un abanico desplegable de violaciones, acoso sexual y raptos, muy bien enmascarada a través de bellas imágenes de desnudos femeninos, una buena y sutil estrategia para confundir al espectador‐a del maltrato y humillaciones a las que las mujeres hemos estado y estamos sometidas.

En un recorrido por la historia del arte podemos observar que en otras culturas como el Paleolítico, Neolítico o las nuevas civilizaciones, el rol de la mujer ha sido muy distinto, Egipto y Mesopotamia erradica ese principio de desigualdad y dependencia en los orígenes de mujeres y hombres, y en la cultura judía tampoco se contempla la belleza cono concepto imprescindible a las mujeres, en estas culturas la belleza se asienta en otros parámetros, parece ser que en las civilizaciones antiguas del mundo clásico las mujeres tenían fundamentalmente el papel de procreadoras poniendo de relieve el papel hegemónico y preponderante de las diosas. ¿En qué momento dejamos de ser diosas de la fertilidad como la Venus de Willendorf y pasamos a ser inferiores, humilladas y acosadas? ¿Cuándo pasamos de ser diosas a objetos? Los testimonios de Anne Baring y Jules Cashford, en su libro Elmito de la Diosa (2022) nos aporta algunas conclusiones en este sentido. Será la cultura griega la creadora de esa asociación permanente de la mujer con la belleza que ha sido uno de los constructos sociales del patriarcado, y cuya importancia ha sido decisiva en las representaciones en el mundo del arte, ha esparcido su semilla de generación en generación, y ha contagiado la mirada femenina, sin escandalizarnos de los actos violentos contra las mujeres en miles de obras expuestas y veneradas en todos los museos del mundo. En esta dirección compartimos la filosofía del sociólogo P. Bourdieu que expresa: «La violencia simbólica es esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas “expectativas colectivas”, en unas creencias socialmente inculcadas» (Bourdieu, 1999), hoy las mujeres somos muy conscientes del gran camino que nos queda por recorrer.
En este periplo hay dos creaciones que se han repetido de manera permanente en diferentes movimientos artísticos, el mito de La creación de Pandora en la que se culpabiliza a Pandora de abrir la caja que contenía todos los males que aquejan a la humanidad, que se va a representar en la época arcaica, en la Grecia clásica o helenística y el mito del Juicio de Paris, en el que el requisito indispensable para el reconocimiento de la mujer es su belleza.
Iniciamos un peregrinaje para identificar algunas obras sobre el Juicio de Paris y os invitamos a que nos acompañéis y meditéis sobre las obras comentadas, en ellas el cuerpo desnudo de la mujer y la belleza no se pueden disociar
De manera somera iniciamos un peregrinaje por el arte romano, medieval, Renacimiento, Barroco, arte del siglo XIX, XX, XXI para identificar algunas obras sobre el Juicio de Paris y os invitamos a que nos acompañéis y meditéis sobre las obras comentadas, en ellas el cuerpo desnudo de la mujer y la belleza no se pueden disociar. En la época contemporánea existen nuevas versiones del mito, las diosas van a ser sustituidas por mujeres, mujeres objeto, sin identidad, prostitutas y como sujeto pasivo. De los cientos de obras existentes hemos seleccionado algunas de diferentes movimientos artísticos:
- El arte medieval situado desde el final del Imperio Romano hasta el siglo XV, se caracteriza por su fuerte sentido religioso cristiano en toda Europa, existen bastantes representaciones del mito griego de El Juicio de Paris. En la obra de Christine De Pizan, encontramos varios manuscritos además del de La ciudad de las Damas citamos Las epístolas de Otea a Héctor, iluminados ambos con miniaturas en las que aparecen las tres diosas desnudas cuyos cuerpos sensuales se ofrecen a Paris.
- En el arte del Renacimiento señalamos la obra del pintor alemán Lucas Cranach que realizó un óleo sobre lienzo que se conserva en el Museo Metropolitano de Nueva York y que derivó con trece versiones, en las que aparecen las diosas con velos transparentes y joyas con un contenido fuertemente erótico.
- En el arte del Barroco y su desarrollo ubicado en los siglos XVII y XVIII, pintores como Poussin y Boucher, Luca Giordano nos muestran su calidad artística en las que el color movimiento y luz cualidades de la pintura barroca se muestran con todo su esplendor, pero en el que se acentúa el erotismo y sensualidad de las diosas. Obligado citar a Peter Paul Rubens y su representación del mito en su obra fechada en 1639 que lo repitió en grandes formatos, y fue uno de sus últimos trabajos, en ella el pastor Paris reflexiona sobre la diosa más bella.
- El arte Neoclásico que abarca los últimos años del S. XVIII y la primera mitad del S. XIX, el tema del Juicio de Paris se sigue representando constantemente, pero sus imágenes tienen menor sensualidad y erotismo, sin embargo, se sigue juzgando y evaluando a las mujeres. El cuadro de Ángelica Kaufman pintado en 1781 que se conserva en el Museo de Arte Ponce, Puerto Rico, sigue las directrices ya mencionadas del Neoclásico y aventuramos si la autora, aunque fuera de manera no racional rechaza en su obra la percepción masculina mantenida durante siglos.
- Llegamos al siglo XX en el que los impresionistas y postimpresionistas con un cambio radical en la forma de expresión continúan pintando el mismo tema y resulta sorprendente como Paul Cèzanne, en medio de una luz deslumbrante y colores sobresalientes, pinta a mujeres que ejercen la prostitución, o desprovistas de su identidad. Paris elige a la más bella a la que posee y ella se abandona en una postura proclive a la fornicación.
- En el siglo XX las vanguardias artísticas (expresionismo, simbolismo, cubismo, surrealismo, futurismo, dadaísmo…) seguirán representando el mito, las mujeres son en general putas, modelos del pintor, que se exhiben ante un hombre, elegimos una obra de técnica cubista de Pablo Ruiz Picasso, pintor vanguardista por excelencia y sin embargo en su pintura abstracta El juicio de Paris muestra la sexualidad femenina en los pechos y vulvas que se complementa con la desnudez de las mujeres y la vestimenta de los hombres.

Vamos a reparar ahora en la mirada de mujeres artistas sobre el tema y citamos la creación de Mary Ellen de 2007, obra en la que la mujer se identifica con el poder, usurpando al hombre su milenario papel de juez y dictador, o la de la artista francesa Nina Barka que representa el rostro de las mujeres con enfado y cuerpos no sensuales, cubiertos sus pechos con una flor. ¿Irrumpe una nueva generación de artistas dispuestas a la lucha para conseguir la igualdad y desafiar las narrativas dominantes?
El cambio se empezó a operar en los años sesenta del siglo XX en que el movimiento feminista emerge con fuerza, y en la tercera ola del feminismo hay obras de imprescindible lectura, El segundo sexo de la francesa S. de Beauvoir con su famosa frase «No se nace mujer, se aprende a serlo» (Beauvoir 1949), o La mística de la femineidad, de la pionera feminista estadounidense B. Friedan, que con sus palabras trasciende fronteras: «lo personal es político» (Friedan 1963). Es el momento en el que las mujeres van a reivindicar la igualdad con el varón fuera de los roles de madre, esposa, hija o hermana. El feminismo protagoniza un cambio en las relaciones sociales en aras a la liberación de la mujer, y una saga de mujeres historiadoras, comisarias y artistas feministas van a revisar el sistema del arte patriarcal y denunciar el maltrato dado a las mujeres, así como el rol impuesto en la iconografía, la mujer como representación y el hombre como sujeto que impone su mirada. Vamos a ver algunos testimonios importantes.
En 1971 la historiadora Linda Nochlin publicó en la revista Artnews un ensayo que pasó a ser un manifiesto, titulado Why have there been no great women artists en el que denunciaba las trabas sociales e institucionales que habían apartado a las mujeres del arte, se considera uno de los textos pioneros del arte feminista, fue un impulso notable para el redescubrimiento de mujeres artistas y posibilitó la exposición histórica de 1550‐1960. En el siglo XX la vinculación entre mujer artista y mujer feminista proyecta una nueva mirada, a partir de la década de los sesenta algunas artistas feministas van a cuestionar los parámetros patriarcales versadas en El movimiento de liberación de la mujer y se abren nuevos debates como la violencia contra las mujeres en el arte, la construcción de género, la identidad. Van a desarrollar su arte a través de performers, género que permite a las mujeres expresarse fuera de las estructuras artísticas y culturales dominantes.
Recordemos algunas de sus obras:
Jana Leo (1965). Se pasó cinco años estudiando los casos de las 132 mujeres que asesinaron en Madrid entre 1999 y 2020, fue violada en 2001 en su apartamento en Nueva York, escribió Violación. Dice en el prólogo de su libro: «Inmediatamente después de la violación, hice una foto de las arrugas que quedaron en las sábanas sobre las que me violaron. Recogí pruebas de la saliva del agresor: un vaso de plástico, colillas. Al día siguiente, frente el espejo del baño, y asustada por los cambios que vi en mi rostro, me tomé una fotografía que mostraba el estado de alienación que reflejaba mi cara tras la violación», o la artista urbana, gran viajera y residente en España Hyuro (1974‐2020), utiliza sus murales como crítica a la justicia patriarcal, en su obra Patriarcado en la que alude a la sentencia de La manada en 2018. Artistas todas que han protagonizado rupturas conceptuales cambiando también la mirada de nosotras hacia nosotras y hacia nuestro cuerpo, para así situarnos con plena libertad en otros platós. Desde la perspectiva de las mujeres artistas el arte va a ser una herramienta de resistencia, análisis y crítica.

Ya en los años 70 encontramos artistas como la pintora poeta y activista sociocultural feminista española Mari Chordá (1942), que va a cuestionar tabúes sobre la sexualidad femenina y destapar la relación lésbica y su vivencia. Participó en la recuperación del espacio y el legado conocido como Centro de Cultura de Mujeres Francesca Bonnemaison. Eulália Grau (1946) es una de las artistas catalanas más representativa durante el periodo de la dictadura de Franco a la Transición, analiza en su obra la manipulación, discriminación y el abuso de poder, que se hace patente en su serie Etnografías (1972‐1974) con la denuncia del consumo, la violencia y culpabiliza al sistema capitalista del sufrimiento de la humanidad. Eugénia Ballcells (1943) arquitecta, artista, pionera en el uso de las tecnologías en el arte, en su instalación Frecuencias (2009) crea puentes entre la ciencia y la filosofía, la sociología y el arte, muy crítica con los medios de comunicación. Paz Muro es una artista multidisciplinar y performer española que trabaja en el periodo histórico social del final de la dictadura franquista, ejerce la censura social y se querella por el papel asignado a las mujeres artistas, realizó el Proyecto imposible de localización y análisis de las señales de prohibición situadas en el territorio nacional (1972‐1973). Esther Ferrer, «la única identidad de la que estoy segura es de que soy mujer», en sus performances presenta su cuerpo como una herramienta de resistencia, activismo social y concienciación, su obra Íntimo y Personal (1977‐1992) dibuja su propio cuerpo en forma de burla al destape.
En 1989 nace en Nueva York el colectivo artístico anónimo de artistas feministas y antirracistas Guerrilla Girls, que utilizan nombres de artistas mujeres, Khate Kollwitz, Alma Thomas, Rosalba Carriera, Frida Kahlo, Hannah Höch, Shigeko Kubota, Alice Neel. Do women have to be naked to get into the Met. Museum? (¿Tienen que estar las mujeres desnudas para entrar en el Museo Metropolitano?), que resume muy bien cómo se ha borrado a la mujer de la historia del arte como sujeto agente y se ha convertido su cuerpo en un objeto de deseo, exigen el fin de la discriminación de género en el arte, solo un 5 % de los artistas del Museo Metropolitano de Nueva York en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero el 85 % de los desnudos, son femeninos. Sus acciones denuncian la falta de reconocimiento y valoración de las obras realizadas por mujeres.
Hay toda una saga de investigadoras feministas que estudian el tema del cuerpo de la mujer en el arte, en pleno siglo XXI contamos con María Teresa Alario, Amparo Serrano de Haro, Luz Neira y Mª Ángeles Fernández López, que describen una serie de cualidades que son atribuidas al desnudo femenino y que son las responsables de una representación del cuerpo de la mujer en condiciones de inferioridad, de humillación y maltrato, con actitudes para gustar a los varones y en los que las mujeres sufren esa violencia que a veces no es fácil de descubrir y enfatizan como una forma de violencia simbólica, la belleza humana es sinónimo de belleza masculina.

Únicamente desde las acciones y teorías críticas feministas se combate la mirada masculina que ha catalogado a las mujeres como seres inferiores, las ha relegado a espacios privados, las ha robado la autoría de sus obras, las ha ignorado como sujetos del quehacer artístico y ha borrado a las grandes maestras de la historia del arte. Hoy todavía persiste la discriminación y misoginia a la hora de mostrar las obras de mujeres artistas en los grandes museos o en las ferias de arte de mayor prestigio, hecho que las aleja del mercado del arte y condiciona el valor económico de su obra.
Dentro de lo objetivos para avanzar contemplamos elaborar una memoria histórica del menosprecio y violación de los derechos de la mujer en el arte, resucitar antiguas genealogías, plantar semillas en aras a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, al mismo tiempo mantener una lucha permanente contra el olvido pertinaz. Cerramos este apartado con algunas conclusiones muy preocupantes sobre la situación actual en la que la belleza femenina sigue siendo una cualidad exigible en la mujer, y nosotras advertimos que este atributo no es una cuestión estética, sino política, y que sigue siendo una herramienta de sometimiento y destrucción que se opone de manera frontal a la liberación de la mujer y lo más aberrante es que muchas mujeres no son conscientes de esa mirada misógina sobre su propio cuerpo y por tanto el patriarcado sigue esparciendo su herencia sin tregua.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre (1996): «Symbolic violence». Revista Mundial de Sociología (REMUS)
Fernández, Fernández, José Manuel (2005) La noción de violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu: una aproximación crítica. Ediciones complutenses
Nochlin, Linda. (1971) «Why have there been no great women artists». Artículo revista Artnews
Guerrilleras Girls. Manifestación/protesta, afiches y performance museo Moma, Manhattan, Nueva York. (1985) MOMA. Manhattan, Nueva York
Guerrilleras Girls. El libro de cabecera de las Guerrilla Girls para la historia del arte occidental. (1998). http://www.guerrillagirls.com (Página web oficial de Guerrilla Girls)
Artistas:
Leo, Jana. Violación. Nueva York ‐Prólogo‐ (2017). Editorial los libros del Lince
Hyuro. Tamara Djurovic, Tamara. Mural.: Patriarcado. (2018). Museo al aire libre de Villa Real. Valencia
Chordá, Mari. Colaboración en la recuperación del Centro de Cultura de Mujeres Francesca Bonnemaison. (2004) Balcells Eugénia. Instalación. Frecuencias. (2009) Arts
Santa Mónica. Barcelona. Museo de Arte Contemporáneo Unión Fenosa, Coruña (2010‐2011)
Grau, Eulalia. Entre la vida y la muerte. Etnografías (1972‐1974). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Muro, Paz. Proyecto imposible de localización y análisis de las señales de prohibición situadas en el territorio nacional (1972‐1973). Colegio Mayor Santa Monica. Madri
Ferrer, Esther. Íntimo y Personal (1977‐1992). Museo nacional Centro de Arte Reina Sofía.