Título en castellano: A la deriva
Dirección: Jia Zhangke
China, 2024
Paco Marcellán
En 2001, en Datong, ciudad situada al norte de China, centro industrial y minero con una notable degradación ambiental, una mujer de clase trabajadora llamada Qiao Qiao (interpretada por una magnífica Zhao Tao) mantiene una relación sentimental con su mánager Guao Bin (un distante Li Zhubin) mientras ella se esfuerza por ganarse la vida como cantante, modelo y chica de discoteca en las lamentables condiciones vitales del lugar. El marco socio-político está ambientado en tiempos del mandato como líder supremo de Jiang Zemin, y con el fondo de la entrada del país en la Organización Mundial del Comercio y la elección de Pekín como sede de los Juegos Olímpicos, como se encargan de transmitir los medios de comunicación oficiales y celebra la ciudadanía con una manifestación “espontánea”.

En 2006 Guao Bin abandona Datong para intentar ganarse la vida en Fengjie, a unos kilómetros de la presa de las Tres Gargantas, la planta hidroeléctrica más grande del mundo, que sepultó bajo sus aguas a 19 ciudades y a más de 300 pueblos. Qiao Qiao recibe un mensaje de texto de Bin en el que este le comunica que se reunirá con ella cuando tenga dinero. Esta es la forma de relación no presencial entre los dos que se repite a lo largo de la película. Ante la ausencia de noticias, Qiao Qiao decide ir en su busca. Las peripecias de esa búsqueda se conjugan con una demoledora visión del drama ecológico y destrucción medioambiental que representa dicho megaproyecto. Mientras tanto, Bin se dedica al “emprendimiento” en varios negocios, incluyendo una “relación comercial” con un político corrupto que ejerce como “capo” en el ámbito local al albur de los negocios inmobiliarios y formando parte de una “fraternidad mafiosa”. Cuando tras una infructuosa búsqueda Qiao Qiao consigue encontrar a Bin, rompe con él y se dispone a iniciar una nueva etapa en su vida. Finalmente, unos años después, en 2022 se reencuentran en la ciudad de Zhanhai con el Mundial de fútbol de Qatar como fondo televisivo, en plena pandemia de COVID. Bin sufre un proceso de envejecimiento y deterioro físico notable y esta situación no despierta la conmiseración de Qiao que decide seguir su vida con autonomía y sin ataduras. La secuencia final de la película refleja la prioridad de Qiao por participar en un entrenamiento atlético nocturno que refuerce su “yo” compartiendo el esfuerzo físico con otros corredores y corredoras.
“Ni siquiera un incendio puede con todo el pasto. La brisa de la primavera lo hará crecer de nuevo”. Este proverbio ilustra los tres momentos temporales a lo largo de 20 años y los marcos geográficos que articulan una narración fílmica, dotada de una importante carga política en relación al Salto Adelante que representa la apuesta de “modernización” del capitalismo de estado iniciada en la República Popular tras la muerte de Mao Zedong (Mao Tse-Tung) y que revirtió de manera profunda la sociedad china.
El paisaje vuelve a ser el reflejo de una realidad cambiante en la que los de abajo (ese 99%) se aplican a una servidumbre voluntaria como única manera de sobrevivir. Las escenas del primer momento en Datong reflejan las miserias de una clase obrera a la que los dirigentes la llevan según su conveniencia. Las minas, los ríos contaminados, los clubes decadentes, los karaokes tristes, constituyen la impresión visual de un mundo en profunda transformación y en el que la expresión oral queda dominada por la visual. Los desplazamientos forzados reflejados en el segundo momento, la destrucción a pico y pala de los edificios de las zonas a inundar y, en paralelo, las mega-construcciones en las zonas altas se contraponen con la movilidad fluvial y los recorridos por los nuevos espacios habitables. Son, en mi opinión, los logros más destacados.
Existe una estrecha línea de separación entre la ficción y el documental mientras que, por otra parte, la música se convierte en un elemento clave para articular las vivencias de los personajes colectivos. La secuencia inicial del grupo de mujeres compartiendo canciones sobre deseos y esperanzas se complementa con la música, extraída de karaokes populares, óperas locales, fiestas electrónicas y actuaciones callejeras, estas últimas rodeadas de la “modernidad occidental”. Este manifiesto emocional compartido a través de la música, es uno de los grandes aciertos de la película. De hecho, el estribillo de una de las canciones, ese “a la deriva”, título no impostado, resume la crónica afectiva y tratado político como discurso articulador.
No se trata de una película de visión sencilla para el espectador. Exige paciencia en la inmersión (desde una perspectiva no eurocéntrica) para intentar comprender los deseos y acciones de los dos protagonistas, audacia para entender el marco político económico y social en el que se desarrolla su peripecia vital y el esfuerzo en seguir el ritmo dinámico de la narración.
A la deriva es una hermosa pero desoladora reflexión sobre la transcendencia del cambio en las vidas de quienes son juguetes de un sistema que no piensa en las personas sino en su propio beneficio con el aliciente de mejoras, sobre todo en los ámbitos urbanos, llevándose por delante la experiencia colectiva y la posibilidad de un cambio radical desde abajo.
“A pesar del incendio, o precisamente por él, algo volverá a brotar” constituye el mensaje de esperanza que traduce esta indispensable película.
