Carlos A. Solero
En un reciente intercambio entre un esbirro gubernamental y una historiadora volvió a la palestra el año 1910, esa fecha emblemática en la historia argentina en la que el sanguinario mandatario de frac José Figueroa Alcorta recibía a la Infanta de Bobón y a otros jerarcas y testas coronadas europeas.
El país, gobernada por la alta burguesía, la oligarquía terrateniente y ganadera era algo así como una gran estancia proveedora de materias primas para el mercado mundial, encuadro en la división internacional del trabajo tal como le asignaron las potencias capitalistas dominantes en el orden por entonces imperante.

Un pujante movimiento obrero revolucionario, en el que se destacaba la tendencia anarquista representada por la Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.) del V Congreso, múltiples huelgas de las Sociedades de Resistencia reclamando mejores condiciones de vida y el acortamiento de la jornada laboral.
1907, fue un año clave por la huelga de inquilinos que se desarrolló en las principales ciudades del país. En efecto, «la huelga de las escobas» marco un hito de resistencia proletaria con un destacadísimo rol de las mujeres obreras que enfrentaron a las fuerzas estatales cuando fueron a reprimir en los infectos conventillos.
El estado de la cuestión social de la época está palmariamente reflejado en el Informe Bialet Massé que explica las oprobiosas condiciones de explotación en los ingenios azucareros, en los obrajes madereros y en fábricas y talleres.
Además, las actas de los diversos congresos obreros dan cuenta de los reclamos por la falta de higiene de los establecimientos fabriles, las extenuantes jornadas laborales, la carestía de los alimentos, las condiciones sanitarias insalubres y un sin fin de calamidades.
Frente a todo esto el movimiento obrero revolucionario acudía a las huelgas, los boicots a las patronales, etc.
En 1909, el obrero anarquista Simón Radowitzky ajustició al jefe de policía de la ciudad de Buenos Aires, Ramón Lorenzo Falcón, el verdugo del proletariado, el oficial dilecto del genocida Julio Argentino Roca no pudo participar de los fastos del Centenario en 1910.
En esa época si algo era parasitario como en el presente era como lo son ahora las clases dominantes.
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