Ezoe Alberola Omorodine
Ezoe Alberola Omorodine nos ofrece condensada en tres poemas, una tensión vital que por momentos pisa la profunda sombra del vacío y en otros se alza con euforia de viento al cielo abierto. Muestra de una realidad emocional que se extiende, singularmente entre la juventud, de la que Ozoe en el fondo desearía salvarse, pero también salvar.
Creo que tengo tlp
A veces se me viene encima el mundo,
me traga un pozo negro y vagabundo,
no hay luz ni calma, solo espinas,
y el eco de mis propias ruinas.
Otras, me creo que me como el mundo,
invencible, feroz, de amor profundo,
brillando más que mil estrellas,
con fe en mis manos y alas bellas.
Soy fuego y nieve, calma y tormenta,
soy quien te abraza y quien te revienta.
Soy la sonrisa que desarma,
y la palabra que deja en calma…
…o mata.
No tengo centro, soy estallido,
cambio de piel sin haberlo querido.
Hoy te idolatro, eres mi templo,
mañana huyo, sin razón ni ejemplo.
Vivo al borde de cada emoción,
sin anestesia, sin red, sin perdón.
El amor me quema, el miedo me guía,
y me destruyo por compañía.
Pero en el caos también florezco,
y aunque me rompa, nunca perezco.
Cada lágrima es tinta sagrada,
cada herida, una espada afilada.
Porque aunque duela este vaivén,
aunque me pierda una y otra vez,
hay belleza en esta intensidad:
mi alma vive sin mitad.
¿En qué piensas?
Me preguntan: ¿en qué piensas?
Miro a la nada, miro al todo,
y respondo, casi en susurro:
no lo sé.
Pero la verdad es que pienso en todo.
En todo, menos en lo que estamos
hablando.
En la vida, en la muerte,
en el vacío que habita el pecho,
en la plenitud que nunca dura,
en el dolor que no avisa,
en la felicidad que asusta.
Y aún así, siempre digo lo mismo:
no sé.
Redentor en ruinas
Quiero salvar el mundo de su propia condena,
aunque arda en llamas por mi propia pena.
Predico la paz con los puños cerrados,
soy un mártir de ego, con sueños dorados.
Grito justicia desde un pedestal podrido,
y oculto el hambre de ser reconocido.
Mi cruz no es bondad, es orgullo disfrazado,
un héroe de papel, por el caos alimentado.
Culpo al sistema, al odio, a la muerte,
pero me envenena el deseo de ser fuerte.
No busco salvar… busco sentido,
en este teatro de sombras, donde todo está
perdido.
Quiero redimir lo que nunca entendí,
curar heridas que jamás sentí.
Y al final, si el mundo se hunde en su dolor,
al menos diré: «Lo intenté… por amor.»
Mentira piadosa, consuelo vacío,
me arropo en promesas como un dios tardío.
Salvar el mundo, ¿o salvarme de mí?
Esa es la verdad que nunca escribí.