Anarquistas Editoras: A la vera del gigante: la militancia de Sofía Ananiev

Jordi Maíz Chacón

El libro, Anarquistas editoras. Biografías políticas en femenino, coordinado por María Migueláñez Martínez y Lucía Campanella, está publicado por la editorial Comares (2025).

El contenido del libro está dividido en dos partes: la primera, titulada «Mujeres en el circuito editorial anarquista» y la segunda parte, «Redes editoriales en femenino». En total hay once contribuciones de diversos autores y autoras.

El contenido de estas contribuciones trata de recuperar el papel de las mujeres en la cultura impresa anarquista. Centrado en figuras o grupos, el libro revela sus trayectorias y la manera en que asumieron tareas editoriales en el marco de la militancia política.

En Redes Libertarias publicamos dos capítulos completos, el de nuestro colaborador Jordi Maíz Chacón: «A la vera del gigante: la militancia de Sofía Ananiev», incluido en la primera parte. Y el capítulo de la integrante del colectivo y redacción de Redes Libertarias, Laura Vicente: «Mujeres Libres: de la edición a la revolución», incluido en la segunda parte.

Al hacer clic en la portada de Editoras Anarquistas que aparece en nuestra web, puedes comprar el libro de la editorial o descargarlo en formato PDF. Asimismo, al final de esta entrada puedes descargar el capítulo en formato PDF o EPUB.»


En el siglo xix, la situación política en Rusia era tensa, volátil y extremadamente violenta, marcada por un descontento creciente hacia el régimen zarista. La opresión, la censura y la desigualdad social alimentaban un ambiente de insatisfacción que llevó a muchos jóvenes rusos a buscar alternativas políticas revolucionarias. Este texto aborda la trayectoria de Sofía Grigorievna Ananiev-Rabinovich (1856-1941). Nacida en el contexto final de la guerra de Crimea, era una de tantas jóvenes hijas de la élite burguesa y nobiliaria del mundo zarista que crecieron en ese contexto. Sofía Ananiev, por aquel entonces licenciada en ciencias, describía la situación de la siguiente manera en un texto que publicó en el año 1898:

La educación superior de las mujeres en Rusia ha sido un tema poco conocido fuera de sus fronteras, pero está llena de historias de lucha y sacrificio heroico. Las mujeres rusas enfrentaron grandes obstáculos, no solo por su género, sino también por la represión de un gobierno autocrático que frenaba cualquier movimiento progresista. A pesar de todo, cada año ganaron terreno y demostraron su valor, tanto en las profesiones como en el ámbito familiar, lo que obligó al propio gobierno a ceder y aceptar ciertos avances.1

Sofía Ananiev era hija de un judío del este de Europa quien, según Miller, había cambiado su apellido original, Rabinovich, por el de Ananiev después de algunos incidentes con jóvenes radicales.2 Sofía y su familia se trasladaron de Kiev a Tomsk en Siberia, donde su padre llegó a tener cierto éxito como industrial. Probablemente fue durante la década de 1870 que Sofía, con la oposición de su familia, decidió ir a Suiza para estudiar Biología y Zoología; allí entró en contacto con algunos jóvenes exiliados de la Europa del Este, entre ellos también algunos revolucionarios rusos. En este contexto, muchos comenzaron a radicalizarse, atraídos por las ideas liberales y el espíritu revolucionario que circulaba por Europa; Sofía empezó a circular por esos grupos, entre los que conoció, seguramente en diciembre de 1877 en Ginebra, a Piotr A. Kropotkin (1842-1921). Kropotkin ya era un conocido científico; además, era un prófugo de la Rusia zarista, de la que se había escapado hacía poco, además de ser ya uno de los pensadores revolucionarios con más proyección. A principios de octubre de 1878, Piotr Kropotkin y Sofía Ananiev contraían matrimonio e iniciaban una relación personal, política y científica que se prolongó durante cuarenta años, cuando en 1921 murió Piotr. A pesar de todo, de tener una relación tan ligada en el tiempo y en la forma, Kropotkin apenas menciona su matrimonio en su autobiografía, Memorias de un revolucionario3 y, en general, salvo en su correspondencia, apenas habla del papel que jugó Sofía Ananiev, ahora convertida en Sofía Kropotkin, en su obra.4 Miller también menciona que, a diferencia de las tres revolucionarias rusas, Vera Figner (1852-1942), Sofia Perovskaia (1853-1881) o Vera Zasulich (1849-1919), ella se unió a la causa radical influenciada por su marido.5 Aunque Sofía estuvo indudablemente marcada por la participación política de su padre en diversos acontecimientos y por el clima político de la época, lo cual probablemente influyó en su decisión de trasladarse a Europa, ¿quién fue realmente Sofía Ananiev? ¿Cuál fue su papel en la cultura impresa anarquista y en la labor editorial dentro de los círculos revolucionarios de Europa Occidental? Y, especialmente, aunque su figura haya permanecido en la sombra de Piotr y aún queden muchas facetas suyas por descubrir, ¿de qué manera contribuyó a este movimiento a través de sus charlas, textos y traducciones individualmente o junto a otras anarquistas?

Sofía Ananiev obtuvo su Licenciatura en Ciencias en Ginebra en 1881, y Piotr Kropotkin la menciona como una de sus principales colaboradoras y críticas, subrayando su importancia en Memorias de un revolucionario. Allí señala que, hasta finales de la década de 1880, mientras él permanecía en prisión, ella se dedicó a profundizar su formación académica con Charles Wurtz, uno de los químicos más destacados de Francia, para completar su doctorado en Ciencias. Además de su faceta como científica, Sofía desempeñó un papel crucial en las actividades intelectuales y editoriales del círculo de Kropotkin. Trabajó discretamente en el desarrollo de la obra magna de Élisée Reclus, Geografía universal, aportando su conocimiento y apoyo en la elaboración de este ambicioso proyecto. Asimismo, asumió la tarea de supervisar la publicación de Le Révolté durante el encarcelamiento de Kropotkin (1883-1886)6, garantizando del algún modo la continuidad de este influyente periódico anarquista, publicado en Ginebra entre 1879 y 1885 y fundamental en el desarrollo y la difusión del anarcocomunismo. Su contribución fue esencial no solo en el ámbito científico, sino también en la esfera política e intelectual. La relación entre Piotr Kropotkin y Sofía Ananiev estuvo marcada por frecuentes cambios de domicilio y movimientos apresurados, siempre en busca de un entorno adecuado para atender los problemas de salud de Piotr, aquejado de recurrentes problemas respiratorios.

LUCHA Y RESISTENCIA DURANTE EL ENCARCELAMIENTO DE KROPOTKIN

Entre 1883 y 1886, la pareja formada por Sofía y Piotr tuvo que afrontar un duro proceso represivo en Francia. Tras el juicio de Lyon, —un proceso judicial en el que fue acusado de conspiración y asociación delictiva junto con otros anarquistas— Piotr Kropotkin fue encerrado por tres años en Clairvaux, un monasterio medieval transformado en prisión, los prisioneros vivían en celdas húmedas y realizaban trabajos forzados en silencio desde el amanecer hasta el anochecer. Aunque Kropotkin y sus compañeros fueron clasificados como «políticos», lo que les otorgaba ciertos privilegios,7 las condiciones seguían siendo duras. Compartían habitaciones, podían recibir publicaciones y mantener correspondencia, aunque todo estaba sujeto a revisión. A pesar de estos beneficios, la comida era insuficiente y las enfermedades, como el escorbuto y la malaria, se propagaron, afectando gravemente a Kropotkin. En ese momento, Sofía escribió varios artículos para Liberty, publicación anarquista fundada en 1881 en los Estados Unidos por Benjamin R. Tucker. Entre estas contribuciones destaca un texto en el que relata, señala y critica la difícil situación que vivía su esposo Piotr Kropotkin y, por extensión, todos los prisioneros que padecían durante su cautiverio.8 En estos textos, Sofía Ananiev describe el sufrimiento profundo de una mujer separada de su ser querido, destacando especialmente las barreras físicas y burocráticas que el Estado impone a los familiares de los prisioneros. Asimismo, los escritos de Sofía subrayan la delicada salud de Piotr, cuya enfermedad respiratoria crónica se veía agravada por las condiciones de su encarcelamiento. Esta experiencia probablemente sirvió a Sofía para contribuir a la elaboración y corrección de los textos que Kropotkin escribió más tarde sobre las prisiones. De manera indirecta, también le permitió establecer contacto con la prensa rusa y europea, así como correspondencia y noticias que la mantenían informada sobre lo que sucedía en el mundo occidental y en su tierra natal, donde el sistema carcelario zarista también mostraba su brutalidad. Durante el encarcelamiento de Kropotkin en Francia, Sofía también se encargó de gestionar algunos encargos que su marido tenía con algunos editores; así lo recuerda el editor británico Knowles mediante una carta de 1883.9

El juicio y encarcelamiento de Piotr Kropotkin lo convirtieron en un referente destacado para la disidencia política europea. Según Lara Green, Sofía Kropotkin emprendió una activa campaña en favor de la liberación de su esposo, logrando una notable difusión.10 Las entrevistas y textos publicados en la prensa de la época posicionaron a Kropotkin como un símbolo internacional del movimiento obrero, mientras que Sofía se consolidó como defensora de los derechos de los presos. Diversos medios —especialmente norteamericanos—, recogieron las declaraciones de Sofía Kropotkin, en las que afirmaba que las autoridades francesas, con intención de complacer al zarismo ruso, condenaban a activistas políticos basándose en evidencias no constatadas.

MILITANCIA EN GRAN BRETAÑA Y REDES DE SOLIDARIDAD

Un vínculo clave para el matrimonio Kropotkin en ese periodo fue Charlotte Wilson, hija de un médico adinerado y pieza fundamental en el ámbito del anarquismo editorial londinense. Charlotte fue el soporte económico principal para la fundación, en 1886, del periódico anarquista Freedom. Ya en 1884, había viajado a Francia para conocer a Sofía Kropotkin, quien, como ella, destacaba por su compromiso y militancia en la promoción de la educación superior para mujeres. La idea de llevar a los Kropotkin a Inglaterra y facilitar la creación del periódico Freedom surgió de la correspondencia que mantuvieron Sofía y Charlotte durante la reclusión de Piotr.11 Dos años después, Wilson facilitó el traslado de Sofía y Piotr a Londres con el propósito de impulsar el proyecto de Freedom. Además, negoció para Sofía oportunidades como conferenciante y docente.12 El grupo Freedom no solo incluía a Charlotte Wilson y Piotr Kropotkin, sino también a Sofía Kropotkin, además de John Burns Gibson, Nannie Dryhurst, Frank Kitz, Agnes Henry y muchos otros.13 En sus inicios, el grupo colaboró activamente con Henry Seymour en la redacción de su periódico The Anarchist. Sin embargo, esta colaboración se limitó a dos números. En el verano de 1886, el Freedom Group se separó de The Anarchist, probablemente debido a las diferencias entre las ideas individualistas de Seymour y las posturas anarco-comunistas del resto, donde también Sofía debió jugar un rol importante.

Es importante recordar que Sofía desempeñó un papel fundamental en las facetas más invisibles de la obra de Piotr Kropotkin. Algunos autores sugieren que ella corregía y discutía con su marido sobre partes de sus escritos, el propio Piotr en sus Memorias se refiere al hecho de la siguiente forma:

aquí [en alusión a su traslado a Clarens, Suiza en 1880], con el concurso de mi mujer, con quien solía discutir sobre todos los acontecimientos y los trabajos realizados, y que ejercía una severa crítica literaria sobre estos últimos, fue donde produje lo mejor que hice para el Révolté, entre lo cual se encuentra el llamamiento A los jóvenes, que tanta aceptación halló en todas partes.14

Además, fue responsable de gran parte de la correspondencia de Kropotkin durante varios años, así como de las gestiones relacionadas con sus publicaciones en diversos medios. La correspondencia de Sofía con editores como Alfred Marsh de Freedom15 y James Knowles de The Nineteenth Century16 revela cómo negociaba los plazos y las entregas de Kropotkin para estas publicaciones periódicas.

Sofía jugó un papel destacado en la difusión de narrativas antizaristas en Gran Bretaña, tanto durante como después del encarcelamiento de su esposo Piotr Kropotkin.17 Aunque su contribución a menudo ha sido ignorada, sus acciones y obras tuvieron un impacto significativo en el contexto político y social de la época. A pesar de que su presencia en los medios británicos y estadounidenses fue limitada y pasó mayormente desapercibida en la prensa convencional, Sofía logró captar la atención de algunos periódicos. En 1887, al poco tiempo de trasladarse a Inglaterra, su grave enfermedad de fiebre tifoidea fue reportada en ciertos medios británicos, lo que demuestra el interés, aunque esporádico, que generaba su figura. Sofía se convirtió en una imagen recurrente en las conferencias sobre temas sociales y políticos. En 1887, Sofía y Piotr tuvieron la única hija de ambos, Alejandra «Sasha» Kropotkin. Durante ese año, Sofía acabó involucrada en las campañas por la liberación de los anarquistas estadounidenses detenidos ese mismo año tras los sucesos de Haymarket en Chicago. Entre 1887 y 1888, participó también en campañas de solidaridad con los detenidos; de hecho, el 14 de octubre de 1887 encabezó en Londres en un gran acto en el que también participaron William Morris (con el que acababa de entablar amistad) y el populista ruso Sergei Stepniák. Ese mismo año vio la luz la primera edición del libro En las prisiones rusas y francesas,18 en el que Kropotkin, con la experiencia basada en sus encierros, publicó una dura crítica a la existencia de la institución penitenciaria. En esa época también se encuentra un breve texto, concretamente una noticia publicada en la prestigiosa revista científica Nature, donde Sofía Kropotkin relata la llegada, en agosto de 1893, de una plaga de hormigas aladas a las costas del condado de Kent.19

A finales del siglo xix y principios del xx, el interés del público inglés por las actividades de las mujeres revolucionarias rusas era palpable. Las historias de figuras como Sofía Perovskaia y Vera Zasulich captaron la atención internacional, especialmente tras la cobertura de los juicios por terrorismo en Rusia y la publicación en 1882 de Rusia subterránea, del revolucionario ruso Sergei Stepniák, que amplificó aún más el eco de esos sucesos.20 En el caso de Sofía Kropotkin, su figura trascendió no solo como militante política o como esposa de Piotr Kropotkin, sino también como una experta y oradora que participaba en diversos foros. Entre marzo y abril de 1897, Piotr Kropotkin sufrió un nuevo episodio de enfermedad que lo obligó a cancelar varios compromisos. En su lugar, Sofía lo reemplazó en una conferencia sobre el movimiento de mujeres en Rusia.21 En 1898, Sofía participaba desde Londres, junto con otras personas, en un comité de apoyo al anarquista italiano Errico Malatesta, encarcelado junto con el personal de su periódico Agitazione tras defender a campesinos hambrientos durante disturbios en Italia.22

Una aportación particularmente interesante sobre la relación de Sofía Kropotkin con los libros y la literatura se encuentra en un texto de 1904 en el que reflexiona sobre los usos de la biblioteca pública de Bromley.23 En dicho artículo, Sofía defiende este espacio, cercano a su lugar de residencia, como un instrumento fundamental para fomentar el hábito de la lectura, especialmente entre los jóvenes. Basándose en informes de la biblioteca, analiza no solo la tipología de libros disponibles en Bromley, sino también los préstamos realizados y los fondos existentes en áreas como teología, filosofía, biografía, historia, viajes y política. Asimismo, destaca una tendencia emergente en Rusia que considera un gran acierto: las ediciones económicas y de pequeño formato de textos clásicos o reediciones. Estas publicaciones, desprovistas de ornamentaciones innecesarias, están revolucionando la difusión de obras previamente inasequibles.24 Sofía señala que este fenómeno, que también comienza a extenderse por Europa occidental, no solo contribuye a la alfabetización de las nuevas generaciones, sino que, de manera indirecta, también fomenta su politización. No es casualidad que espacios culturales como el Museo Británico, y en particular su Sala de Lectura, fueran considerados por Trotsky como un santuario para los refugiados políticos.25 Para varios autores, los salones y pasillos del Museo desempeñaron un papel crucial durante más de medio siglo en la formación intelectual del movimiento revolucionario ruso. Los registros de entradas de los años ochenta y noventa del siglo xix documentan las visitas de figuras como Kropotkin, Tchaikovsky y algunas mujeres exiliadas, entre ellas Vera Zasulich, quien utilizaba el seudónimo de Vera Beldinsky. Sin embargo, según Robert Henderson, no fue Zasulich la primera mujer revolucionaria rusa en ser registrada en el Museo Británico, sino que ese honor correspondería a Sofía Kropotkin, quien, al menos desde diciembre de 1881, frecuentaba regularmente este espacio.26 La relación de Piotr y Sofía con el British Museum fue continua, y ambos realizaron numerosas donaciones a lo largo de los años, muchas de ellas registradas bajo el nombre de Piotr, especialmente series completas de revistas de emigrados rusos, así como libros y panfletos socialistas y anarquistas.

LAS REVOLUCIONES RUSAS Y EL REGRESO A SU TIERRA NATAL

Después de la fallida revolución de 1905, los asuntos se complicaron en Rusia para los opositores al zarismo. En ese momento, la reacción en Rusia había triunfado por completo; Nicolás II y su ministro Stolypin lideraban una feroz campaña de represión que incluía ejecuciones, encarcelamientos, exilios, torturas y palizas, todo a una escala sin precedentes en la historia reciente del país. En Inglaterra, estas brutalidades generaron una profunda indignación. Algunos diputados simpatizantes de la causa rusa decidieron actuar y formaron un Comité Parlamentario sobre Asuntos Rusos. Su misión era clara: recopilar y difundir información veraz sobre los sucesos en Rusia y mantener el tema en el centro de atención del Parlamento. El objetivo final del comité era impulsar una amplia campaña de propaganda que subrayara la importancia de apoyar al movimiento revolucionario ruso. La mayor parte de dirigentes exiliados rusos, independientemente de las corrientes ideológicas, colaboraron en esta labor. Los revolucionarios rusos emigrados en Inglaterra David Soskice y Félix Volkhovsky se encargaron de editar un boletín mensual, mientras que Sofía Kropotkin ofrecía conferencias en diversas partes del país para denunciar la situación.27 Por su parte, Piotr Kropotkin comenzó a preparar una «Declaración sobre el Terror Blanco en Rusia», inicialmente destinada a ser publicada en el boletín del comité. El propósito de este documento era ofrecer datos verificados que sirvieran como base para los oradores en las reuniones sobre la situación en Rusia.

El inicio de la revolución de 1905 coincidió con un episodio de neumonía bronquial que afectó a Piotr Kropotkin durante al menos seis semanas.28 Durante este tiempo, como en otras ocasiones, Sofía asumió la responsabilidad de atender los diversos asuntos que ocupaban a su marido. Una vez que Piotr mejoró de salud, Sofía retomó su actividad política, impartiendo charlas en lugares como el New Islington Hall de Manchester y Bowdon. En estas conferencias, no solo expuso la difícil situación de los exiliados rusos, sino que también buscó recaudar fondos para aquellos que se encontraban en Siberia y el norte de Rusia con las siguientes palabras: «habían sido privados de su libertad sin juicio y vivían en condiciones que desafiaban toda descripción».29

Parece evidente que atender al testimonio de Sofía Kropotkin era más que destacado en algunos círculos políticos y culturales de la zona. De hecho, ya desde julio de 1907 se anunciaba una futura conferencia de Sofía Kropotkin sobre el mundo ruso, que inauguraría el ciclo de charlas del conocido St. Annes on the Sea Club, al norte de Liverpool.30 Este tipo de charlas se llevaron a cabo nuevamente el 1 de noviembre en el Kinnaird Hall de Dundee y el 11 de noviembre en el Adam Smith Hall de Kirkcaldy, ambos en Escocia.31 Intervenciones similares tuvieron lugar en otros lugares entre finales de 1907 y principios de 1908, en las que Sofía Kropotkin siguió resaltando las características políticas de la autocracia zarista y denunciando la represión ejercida sobre la población. Estas actividades reflejan sus esfuerzos por difundir la situación de su país natal, ganar simpatías y recaudar fondos para campañas solidarias.32 En algunas de esas charlas, Sofía también diagnosticó el fracaso revolucionario de 1905 y cómo las esperanzas que despertó el proceso pronto finalizaron con arrestos y represión generalizada contra la disidencia política y los constitucionalistas rusos.33 Las campañas de solidaridad con los prisioneros rusos ocuparon una parte significativa de las actividades de Sofía Ananiev y otros exiliados rusos. Sofía, por ejemplo, expresaba su gratitud por las generosas donaciones enviadas desde la Sinagoga Libre de Nueva York, liderada en ese momento por el rabino Stephen S. Wise. Estos fondos estaban destinados a brindar apoyo a los prisioneros políticos recluidos en la fortaleza de Schluesselberg, en Rusia.34

En esos años, Sofía Kropotkin se involucró también en la causa internacional en favor la liberación del pedagogo español Francisco Ferrer i Guardia, que había sido detenido y sería ejecutado en octubre de 1909 bajo la acusación de ser el instigador de la semana trágica. El movimiento por su absolución en Inglaterra era coordinado desde el Independent Labour Party. Sofía participó del Comité de Defensa de Inglaterra de dicha causa, junto con otros intelectuales de la época,35 a la vez que continuaba impartiendo charlas sobre la situación en Siberia o sobre su Rusia natal. En esos momentos, Londres era un punto de encuentro fundamental entre diferentes exiliados políticos, allí Sofía Kropotkin y la pedagoga ferreriana Soledad Villafranca se llegaron a encontrar, ofreciendo Soledad la posibilidad de enseñar castellano a Sofía Kropotkin. La relación de Sofía Kropotkin con Ferrer i Guardia y su entorno era anterior y también estaba vinculada a Clémence Jacquinet, quien en ese momento era la pareja de Ferrer. Jacquinet, pedagoga racionalista, estaba encargada de preparar una monografía de geografía sociológica y solicitaba fotografías para ilustrar este nuevo proyecto editorial. La idea era acompañar la publicación con imágenes de edificios urbanos y de la vida en las ciudades. Para ello, se solicitó a Sofía que recopilara fotografías de grandes ciudades de Escocia, Irlanda e Inglaterra, que incluyeran imágenes de trabajadores, fábricas y escenas cotidianas de la vida industrial.36

LA GRAN GUERRA

Entre la Revolución rusa de 1905 y el Congreso Internacional Anarquista de Ámsterdam en 1907, las tensiones ideológicas dentro del movimiento anarquista se volvieron cada vez más visibles. Durante el verano de 1907, Sofía y su esposo viajaron a París, donde tuvieron la oportunidad de encontrarse con Emma Goldman, quien había llegado desde América del Norte para participar en el Congreso Anarquista Internacional de Ámsterdam.37

Los rumores y tensiones que presagiaban una gran guerra en Europa comenzaron a gestarse mucho antes de 1914. A principios de ese año, cuando el conflicto aún no había estallado, Sofía Kropotkin participó en un debate celebrado en el Inner Temple Hall de Londres. En esta ocasión, compartió escenario con el diputado Beck y otras destacadas personalidades para discutir la guerra, su carácter anacrónico y el panorama político de la época.38 Durante esos años, también se dedicó a diversos proyectos, entre ellos la adaptación literaria de la obra titulada The New Sherlock, con la intención de llevarla al teatro ruso.39 También participó como traductora del ruso al inglés de artículos sobre la guerra que se publicaban en Rusia y que ofrecían una versión diferente o complementaria de la que se publica por quel entonces en occidente sobre el conflicto.40 En el verano de 1914, realizaron nuevamente un viaje a Italia, el último antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.41 Sofía y Piotr Kropotkin expresaron su apoyo a las potencias aliadas, Sofía asumió los cuidados de Piotr mientras ofrecía conferencias sobre diversos temas, incluyendo la prohibición del alcohol en Rusia; una de estas conferencias se celebró —seguramente— en el Rothschild Lecture Theatre de Londres.42

En octubre de 1914, Freedom publicó un texto de Kropotkin titulado «Carta a Steffen», en el que exponía sus razones para apoyar la lucha contra Alemania. Argumentaba que Alemania representaba un obstáculo para el progreso del anarquismo y que el pacifismo fortalecía la postura expansionista del pangermanismo. Esta publicación desató un intenso debate entre los partidarios y detractores de la guerra, tanto entre los lectores como en el propio equipo editorial de la revista.43 Finalmente, los opositores a la guerra formalizaron su postura antes que sus adversarios. En febrero de 1915, apareció el folleto Manifiesto Anarquista Internacional sobre la guerra44, redactado en Londres y firmado por alrededor de cuarenta anarquistas, entre ellos Malatesta, Schapiro, Kell y otros destacados militantes residentes en Estados Unidos, como Aleksandr Berkman y Emma Goldman. Esta última se mostró profundamente dolida y afectada por la posición de Piotr Kropotkin, en nombre de él y su mujer, respecto a la intervención en la Primera Guerra Mundial. 45

Mientras tanto, en 1916, Sofía Kropotkin estuvo involucrada en diversas actividades relacionadas con la guerra y la vida social en Inglaterra. Se destacó por su investigación sobre los métodos agrícolas en Bélgica, aplicados a las pequeñas fincas, y su defensa de la agricultura intensiva. Este trabajo fue publicado en la Contemporary Review y sugirió que Inglaterra aprendiera de los belgas sobre cómo maximizar la producción agrícola en terrenos más ligeros. También promovió la idea de utilizar los conocimientos de los refugiados belgas en Inglaterra para mejorar la producción de alimentos.46 En esas aportaciones, la condición científica de Sofía debió otorgar cierta autoridad y reconocimiento de sus aportaciones en publicaciones no estrictamente anarquistas.47 En paralelo, Sofía desempeñó un papel activo en el ámbito social y patriótico. Fue presidenta honoraria del Instituto de Mujeres de Wivelsfield, una organización dedicada a labores domésticas, agrícolas y patrióticas durante la guerra. En sus reuniones, se discutían temas como la vida rural de posguerra, y se organizaban actividades como la conservación de frutas y verduras. Además, colaboró en el movimiento de mujeres agricultoras, que fomentaba la agricultura cooperativa, y en la recolección de hierbas medicinales para apoyar el esfuerzo bélico.48 En el ámbito de la recaudación de fondos, Sofía participó activamente en eventos en Kemp Town, recaudando dinero para el esfuerzo de guerra y destacando la solidaridad de Inglaterra con Rusia.49 También fue mencionada por su contribución al Día de la Bandera, donde recaudó una suma significativa para apoyar a las tropas aliadas. A principios de 1917, Sofía y Piotr llegaron a participar en un funeral civil en honor del coronel Alfred William Lucas en Brighton.50

En 1917, el matrimonio Kropotkin regresó a Rusia tras años de exilio, en un contexto revolucionario cargado de expectativas. Ambos compartían un fuerte compromiso con el ideal anarquista y afrontaron el viaje con la esperanza de contribuir al proceso transformador que vivía el país, a pesar de las adversidades. A su llegada a Petrogrado fueron recibidos con honores y por una multitud entusiasta, aunque no faltaron críticas, especialmente por parte de sectores anarquistas opuestos a las opiniones de Piotr sobre la guerra. En medio de este ambiente complejo, Kropotkin participaba en actos y reuniones políticas. A pesar del reconocimiento público, el matrimonio vivió en condiciones de precariedad, rechazando cualquier ayuda económica o beneficios del gobierno bolchevique por fidelidad a sus principios.51

GUARDIANA DEL LEGADO: EL MUSEO KROPOTKIN

Piotr Kropotkin falleció el 8 de febrero de 1921 en la localidad de Dmitrov. Sofía Kropotkin, su esposa, desempeñó un papel crucial en los días posteriores al fallecimiento. Junto a su hija Alejandra y otros destacados anarquistas como German Sandomirsky, Nikolai Lebedev, Aleksandr Atabekian y Emma Goldman, coordinó los preparativos para rendir homenaje a su esposo. Anatol Gorelik, quien había sido recientemente liberado de prisión, relató en una crónica cómo los anarquistas que llegaron a Dmitrov formaron una comisión para organizar los actos públicos en memoria de Kropotkin.52 Esta comisión supervisó los detalles del funeral, que se convertiría en un evento de resonancia tanto política como emocional.

Tres años después, en febrero de 1924 se publicó el primer número del Boletín del comité público de toda Rusia para la perpetuación de la memoria de P. A. Kropotkin. Entre el fallecimiento de Kropotkin y esta publicación, un museo dedicado a su memoria había comenzado a tomar forma. Con unas treinta páginas, este folleto tenía como objetivo informar regularmente sobre el Museo Kropotkin, sus eventos, novedades editoriales y actualizaciones. Escrito originalmente en ruso, se proyectó también la posibilidad de editar en inglés, alemán y francés con la proclamación del Comité y un llamado a contribuciones materiales. También describía el estado inicial del museo, inaugurado en diciembre de 1923, que contaba con cuatro salas abiertas y alrededor de cuatrocientos objetos, entre ellos un diario manuscrito de Kropotkin de 1854 y en cuya gestión Sofía jugaría un papel fundamental.53 El boletín, impreso por Golos Trudá, ofrecía un catálogo de libros anarquistas y destacó las contribuciones científicas de Kropotkin. Sin embargo, el segundo número, publicado en diciembre de 1924, marcó el fin de esta iniciativa. Las posibles causas de su desaparición incluyen la vigilancia estatal, dificultades económicas y la falta de recursos humanos. A pesar de su breve existencia, este boletín es un documento valioso que arroja luz sobre las actividades del memorial y las condiciones del museo en esa época.

También en 1924, Sofía Kropotkin participó en el xxv aniversario del semanario anarquista neoyorquino Freie Arbeiter Stimme, celebrándose una cena en un restaurante cercano a Londres, en Aldgate, organizada por un grupo de judíos anarquistas.54 Durante el evento, Sofía ofreció un discurso emotivo en el que describió las condiciones en Rusia y realizó un llamado a apoyar el Museo Kropotkin de Moscú. También la prensa de la época se hacía eco de la labor que asumía al frente de la institución, haciendo alusión a la tarea de preparar y editar para publicación los numerosos manuscritos inéditos que dejó el fallecido Piotr.55

En una carta de 1926, Sofía Kropotkin informa al editor anarquista Luigi Bertoni sobre la planificación de una serie de actos con motivo del aniversario de la muerte de Bakunin, que se celebrarán en el Museo Kropotkin. Sofía le comunica que están organizando una exposición que incluirá obras, manuscritos, cartas, fotografías y otros materiales relacionados con el anarquista ruso, y le invita a que, si considera alguna pieza relevante para la muestra, no dude en enviársela. Aunque desconocemos el contenido específico, le solicita también que haga llegar a Malatesta un escrito adjunto, que posiblemente estuviera vinculado a estos actos. En la misma carta, Sofía lo invita a participar como miembro del comité organizativo y le pide que informe a los camaradas suizos sobre la celebración, que tendrá lugar en Moscú.56 Parece evidente que Sofía desempeñó un papel destacado en el evento celebrado en 1926 para conmemorar el cincuenta aniversario de la muerte de Bakunin en el salón de actos del Museo Politécnico de Moscú, a pesar de los conflictos y tensiones derivados del contexto político soviético. Su intervención fue uno de los momentos más significativos de la jornada, ya que tuvo el valor de denunciar públicamente la falta de libertad de prensa y de expresión en la URSS.57 Esta afirmación provocó una reacción mixta entre los asistentes: aplausos de algunos y una tormenta de abucheos y críticas, especialmente de los simpatizantes bolcheviques presentes ante sus palabras: «no hay libertad de prensa, no hay libertad de expresión… [Hubo un estruendoso aplauso y una tormenta de silbidos], tened respeto por la revolución…, hicimos una revolución, pero vosotros no la hicisteis…, esto es una contrarrevolución…».58 Este episodio pone de manifiesto su determinación y su capacidad para defender los principios del anarquismo, incluso en un entorno hostil. Su figura no solo simboliza el apoyo a la memoria de Bakunin, sino también una resistencia activa frente a la represión ideológica del régimen soviético. Aunque no pudo concluir su discurso debido a la presión del público y los bolcheviques, su intervención representó una afirmación contundente de los valores de libertad y disidencia que tanto ella como su esposo, Piotr Kropotkin, habían defendido a lo largo de sus vidas. Además, su presencia como oradora en un acto dominado por figuras masculinas ejemplifica el papel activo y relevante que desempeñaron algunas mujeres dentro del movimiento anarquista. No solo actuaron como compañeras de destacados líderes, sino también como participantes y voces influyentes con mérito propio.

Entre 1928 y 1930, la secretaría del Museo Kropotkin llevó a cabo múltiples iniciativas para recaudar apoyo económico. Se enviaron escritos, cartas y llamamientos a la solidaridad, publicados en diversos medios americanos, tanto anarquistas como no anarquistas.59 En paralelo, el gobierno soviético intentó negociar con el Comité público de toda Rusia para la perpetuación de la memoria de P.A. Kropotkin, especialmente con Sofía Kropotkin, ofreciendo una ayuda económica para aliviar la complicada situación financiera del museo. Sin embargo, Sofía rechazó esta propuesta, confiando en que la solidaridad de los anarquistas sería suficiente para mantener la institución.

A principios de 1929, la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), bajo el secretariado de Augustin Souchy, emprendió un esfuerzo para salvaguardar los documentos y el legado del anarquista ruso Piotr Kropotkin. El 15 de febrero de ese año, la secretaría de la AIT envió una circular confidencial a los delegados de las organizaciones que formaban parte de la internacional anarquista.60 Este documento, preservado entre los papeles de Rudolf Rocker, llevaba en su encabezado la palabra «Confidencial» con destacado énfasis. ¿Qué contenía para ser tratado con tanto secretismo? La circular no era más que un informe en el que se planteaba un plan para afrontar la difícil situación del Museo Kropotkin y el destino de las obras y documentos que allí se conservaban. Según consta, Sofía Kropotkin habría contactado con la secretaría de la AIT, probablemente a través de su habitual correspondencia con Rudolf Rocker, para exponer la precaria situación del legado de su esposo. En su comunicación, Sofía habría sugerido que la AIT asumiera la responsabilidad de proteger y gestionar el museo, ante su incapacidad para continuar haciéndolo por razones de edad y dificultades económicas.

La propuesta, sin embargo, presentaba grandes desafíos. Desde Europa, la internacional anarquista debía encontrar una forma de administrar estos fondos ubicados en el corazón de la URSS, un entorno hostil para cualquier actividad relacionada con el anarquismo. La situación de Sofía, ya septuagenaria, debió de conmover profundamente a Rocker y a Souchy, quienes buscaron una solución factible. Sin embargo, las dificultades no solo eran logísticas: la amenaza de que, tras la muerte de Sofía, el museo y su contenido fueran confiscados por el gobierno bolchevique y transferidos al Instituto Karl Marx-Friedrich Engels era una preocupación real. El instituto, bajo la dirección del historiador David Borisovich Ryazanov, se había destacado durante los años veinte por implementar un ambicioso plan de adquisición de bibliotecas y archivos relacionados con el socialismo. Entre sus logros estaba la incorporación de valiosas coleciones, como las bibliotecas de los abogados vieneses Thedor Mautner y Wilhelm Pappenheim, al fondo moscovita.61 Para la AIT, el temor de que el legado de Kropotkin corriera una suerte similar fue un motivo más para actuar con urgencia y discreción. Para Kathy Ferguson, mujeres como Sofía Kropotkin desempeñaron un papel crucial en el proceso de archivo mediante su dedicación a recopilar y preservar los materiales relacionados con la destacada vida pública de su pareja, como manuscritos, correspondencia, borradores, entre otros.62

En mayo de 1930, La Revista Blanca publicó una carta de Jean Grave dirigida a Federico Urales, en la que describía la situación del Museo Kropotkin. Según el testimonio, Sofía Kropotkin había informado a varios amigos sobre las dificultades económicas que enfrentaba el museo. Además, mencionaba haberse negado a aceptar una subvención del Estado soviético para su mantenimiento. Sofía consideraba que, a pesar de los problemas, la solidaridad de los compañeros anarquistas debería ser suficiente para sostener las instalaciones. No obstante, solicitaba la nada despreciable suma de 1.500 dólares para tal fin.63 No había transcurrido mucho tiempo cuando Sofía Kropotkin, a principios de 1931, escribía a Rudolf Rocker. Reconociendo que «el museo era una preocupación perpetua» y expresando su desesperación ante la falta de recursos: «¿Qué puede hacer una anciana con mala salud y sin dinero, sino dejar ir las cosas?».64 También manifestaba su deseo de organizar el archivo de Kropotkin antes de entregarlo a personas de confianza. En otra carta de septiembre del mismo año, Sofía lamentaba que los antiguos amigos del proyecto ya no respondieran a sus llamados y que las contribuciones de camaradas y colegas se habían reducido drásticamente, dejando al museo con pocos apoyos.

Además de los problemas financieros, el museo enfrentaba tensiones políticas. En 1931, al cumplirse diez años de la muerte de Kropotkin, los actos conmemorativos generaron polémicas internas y la organización del museo era cada vez más frágil. En 1933, la agencia de seguridad, Dirección Política del Estado Unificado (OGPU), confiscó parte del fondo bibliográfico del museo, provocando protestas como la de Vera Figner. Nikolai Lebedev, figura clave del museo y último secretario de Kropotkin, fue arrestado en abril de 1933 por propaganda anarquista ilegal y murió poco después en el destierro. Su ausencia marcó un punto de inflexión en la decadencia del museo. Tras Lebedev, Mikhail Petrovich Shebalin asumió brevemente la dirección del museo entre 1933 y 1934, pero falleció en 1937. Mientras tanto, la situación económica y política del museo empeoraba. Entre 1937 y 1938, se intentó publicar las obras completas de Kropotkin, pero el proyecto finalmente no se concretó.65 En julio de 1938, Sofía Kropotkin gestionó la transferencia del museo al Estado soviético debido a la falta de alternativas.66 La administración comunista asumió el control en octubre de ese año, y el museo cerró definitivamente en 1939. Parte de los fondos se trasladaron al Museo de la Revolución de Moscú y, durante la Segunda Guerra Mundial, muchas colecciones fueron evacuadas. La Casa-Museo de Kropotkin cerró en 1941, año en el que seguramente moría Sofía Kropotkin.

CONCLUSIONES: ¿UNA MILITANTE POR DERECHO PROPIO?

Sofía Ananiev desempeñó un importante papel en los círculos revolucionarios y científicos del siglo xix y principios del xx. Aunque su figura ha quedado opacada por diversos motivos, su trayectoria revela una militancia comprometida, no solo como compañera de una figura fundamental en el movimiento anarquista, sino como una intelectual participativa en la difusión de ideas políticas, la labor editorial y su militancia en defensa de principios como los derechos de los presos políticos o la educación de las mujeres, por poner algún ejemplo. Desde su juventud en Rusia hasta su exilio en Europa, Ananiev participó en la producción de periódicos anarquistas, gestionó publicaciones, tradujo textos y mantuvo una red de contactos clave en el movimiento.

Su participación en la creación y sostenimiento del Museo Kropotkin, así como su resistencia a la cooptación del Estado soviético, muestran su tenacidad en la preservación de un legado anarquista. Sin embargo, su figura quedó relegada a un papel de apoyo, en parte por la dinámica de género en los círculos intelectuales y militantes de la época. Su trayectoria plantea interrogantes sobre el reconocimiento de las mujeres en la historia del anarquismo; su vida nos invita a reflexionar sobre el papel de las mujeres en la política radical y el modo en que sus contribuciones han sido registradas —o invisibilizadas— por la historiografía.

Ver también Capítulo 9 Mujeres Libres: de la edición a la revolución

  1. Ananiev, Sofía, «The Higher Education of Women in Russia», The Nineteenth Century, Londres, 251, 1898, pp. 117-134. El texto se reproduciría más tarde también en la publicación Bay View Magazine 7:3 (1990), pp. 116-120. Las traducciones de las fuentes primarias y secundarias han sido realizadas por el autor. ↩︎
  2. Miller, Martin A., Kropotkin, Chicago, University of Chicago Press, 1979, p. 297. ↩︎
  3. Kropotkin, Piotr, Memorias de un revolucionario, Oviedo, KRK, 2005. ↩︎
  4. Parte de la correspondencia de Sofía Kropotkin puede consultarse en el fondo 1.129 «Piotr Kropotkin» del Archivo General de la Federación Rusa (GARF), en el que además de la correspondencia se encuentran borradores de sus artículos y documentos administrativos y gestiones realizadas por Sofía. Del mismo modo, en la correspondencia entre Piotr Kropotkin y Marie Goldsmith se alude a Sofía Ananiev y a algunas actividades que desempeñaba. Confino, Michael, Anarchistes en exil. Correspondance inédite de Pierre Kropotkin à Marie Goldsmith 1897-1917, París, Institut d’Études Slaves, 1995. ↩︎
  5. Miller, Kropotkin…, op. cit., p. 279. ↩︎
  6. Anónimo, «Sophia Kropotkin (and a trip to Hartlepool)», Freedomnews. URL: https://freedomnews.org.uk/2021/09/18/sophia-kropotkin-and-a-trip-to-hartlepool/ [18-09-2021]. ↩︎
  7. Cahm, Caroline, Kropotkin and the Rise of Revolutionary Anarchism 1872-1886, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, p. 191. ↩︎
  8. «The wife number 4237» se publicó entre marzo y mayo de 1886 en la publicación dirigida por el anarco individualista norteamericano Benjamin R. Tucker, Liberty, Boston, 77, pp. 2-3; 78, p. 7; 79, pp. 2-3; 80, p. 7 y 81, p. 3. ↩︎
  9. Ferretti, Federico, «Publishing anarchism: Pyotr Kropotkin and British print cultures, 1876-1917», Journal of historical geography, 57 (2017), pp. 17-27. ↩︎
  10. Green, Lara, «The Transnational Life and Death of Peter Kropotkin, 1881-1921: Terrorism, the Anarchist Body, and the Russian Revolution», Anarchist Studies, 30.1 (2022), pp. 83-119. ↩︎
  11. Hinely, Susan, Charlotte Wilson: Anarchist, Fabian, and Feminist, Tesis Doctoral, Stanford University, 1987. ↩︎
  12. Hinely, Susan, «Charlotte Wilson, the “Woman Question”, and the Meanings of Anarchist Socialism in Late Victorian Radicalism», International Review of Social History, 57 (2012), pp. 3-36. ↩︎
  13. Ray, Rob, A Beautiful Idea: History of the Freedom Press Anarchists; the Story of Britain’s Oldest Anarchist Publisher, London, Freedom Press, 2018; Freedom. A Hundred Years. 1886-1928, London, Freedom Press, 1986; Varengo, Selva, Pagine anarchiche. Pëtr Kropotkin e il mensile «Freedom» (1886-1914), Milán, Biblion, 2015. ↩︎
  14. Kropotkin, Memorias de un revolucionario…, op. cit., p. 650. ↩︎
  15. Carta de septiembre de 1901, Alfred Marsh Papers, Inventario número 163, International Institute of Social History (IISH), Ámsterdam. ↩︎
  16. Carta de los años 80 del siglo xix, sobre el cobro de un artículo de Piotr, Max Nettlau Papers, Inventario número 729, IISH, Ámsterdam. ↩︎
  17. Puede seguirse esa evolución en diversos estudios: Nielson, Keith, Britain and the Last Tsar: British Policy and Russia, 1894-1917, Oxford, Clarendon Press, 1996; Tomaszewski, Fiona, «The tsarist regime’s manipulation of public opinion in Great Britain and France, 1906-1914», Russian History, 24: 3, (1997), pp. 279-300; Polonsky, Antony, «The Position of the Jews in the Tsarist Empire, 1881-1905», The Jews in Poland and Russia: Volume II: 1881 to 1914, Liverpool, Liverpool University Press, 2010, pp. 3-39; Shpayer-Makov, Haia, «The Reception of Peter Kropotkin in Britain, 1886-1917», Albion, 19:3 (1987), pp. 373-390; Porter, Bernard, «The British government and political refugees, c. 1880-1914», Immigrants & Minorities, 2:3 (1983), pp. 23-45. ↩︎
  18. Kropotkin, Piotr, In Russian and French Prisons, London, Ward and Downey, 1887. ↩︎
  19. Kropotkin, Sofía, «Numerous Insects Washed up by the Sea», Nature, Londres, 48 (1893), p. 370. ↩︎
  20. Vernitski, Anat, «Russian revolutionaries and English sympathizers in 1890s London: the case of Olive Garnett and Sergei Stepniak», Journal of European Studies, 35:3 (2005), pp. 299-314. ↩︎
  21. «The woman’s movement in Russia», Freedom, Londres, 1 de abril de 1897, p. 8: «Como Peter Kropotkin no pudo por enfermedad pronunciar su conferencia en Christchurch Hall, Spitalfields, el 15 de marzo, Madame Kropotkin habló en su lugar (por primera vez en la tribuna inglesa) sobre el tema antes mencionado. Explicó al principio que el movimiento era uno en el que la mujer trabajadora de las fábricas agrícolas no participaba, por la sencilla razón de que ya era económicamente independiente de su marido». ↩︎
  22. Clarion, Londres, 16 de abril de 1898, p. 5. ↩︎
  23. Kropotkin, Sofía, «Lending Libraries and Cheap Books», The Nineteenth Century, Londres, 55 (1904), pp. 69-78. El texto también se publicó ese mismo año en Boston en la revista The Living Age, 3116 (1904), pp. 780-788. ↩︎
  24. Kropotkin, «Lending Libraries…», op. cit. ↩︎
  25. Trotsky, Lev, Moia zhizn’. Opyt avtobiografii [Mi vida. Un intento de autobiografía], Berlin, volumen 1, 1930, p. 170. ↩︎
  26. Henderson, Robert, Vladimir Burtsev and the Struggle for a Free Russia. A Revolutionary in the Time of Tsarism and Bolshevism, Dublín, Bloomsbury Academic, 2017, p. 71. ↩︎
  27. Avakumovica, Ivan y George Woodcock, Anarchist Prince: Biographical Study of Peter Kropotkin, Londres, T.V. Boardman, 1970, p. 372. ↩︎
  28. London Evening Standard, Londres, 7 de enero de 1904, p. 6. ↩︎
  29. Puede verse el anuncio de las charlas en el Manchester Evening News, Manchester, 16 de marzo de 1907, p. 3 y una crónica de la charla en Bowdon en el Manchester Courier, Manchester, 16 de marzo de 1907, p. 8. También en el Manchester Courier, Manchester, 18 de marzo de 1907, p. 10. ↩︎
  30. «For the lecture season», Fleetwood Express, Lancashire, julio, 1907, p. 7. ↩︎
  31. Dundee Courier, Dundee, 17 de septiembre de 1907, p. 4. Según la crónica «A princess in Dundee», Dundee Courier, Dundee, 2 de noviembre de 1907, p. 7, la sala estaba completamente llena y Sofía Kropotkin, con gran atención por parte del público, atendió a los principales males de la Rusia contemporánea. En Kirkcaldy, la charla, organizada por la Asociación de Jóvenes Cristianos de la localidad, se realizó el 11 de noviembre bajo el título «Rusia, pasado y presente». Ver Fife Free Press, Fife, 9 de noviembre de 1907, p. 4, donde puede leerse una crónica de ese acto en la misma publicación en el número del 16 de noviembre, p. 2. ↩︎
  32. En Cardiff, por ejemplo, en enero de 1909, impartió una charla, organizada también por la YMCA (Young Men’s Christian Association), sobre «Siberia, riqueza y pobreza», en la que se abordaban los temas señalados anteriormente. Ver: Pontypridd Observer, Glamorgan, 16 de enero de 1909, p. 6. ↩︎
  33. Manchester Courier, Manchester, 8 de noviembre de 1909, p. 10. ↩︎
  34. Kropotkin, Sophie, «News of the Religious Schools: New York City», Young Israel, Nueva York, 1:19 (1908), p. 601. ↩︎
  35. «The hounds of the track», Labour Leader, Londres, 24 de noviembre de 1909, p. 6. ↩︎
  36. Freedom, Londres, 1 de marzo de 1904, p. 3. Ver: Anarchist Education and the Modern School, Nueva York, PM Press, 2018, p. 49. Asimismo, en los archivos federales de Rusia se localiza una carta de Piotr Kropotkin y parte de su intervención en el Memorial Hall de Londres en favor de la liberación de Ferrer i Guardia, quien sería finalmente ejecutado en octubre de 1909 (Fondo 1.129, Expediente 641, GARF). ↩︎
  37. avakumovic y Woodcock, Anarchist Prince…, op. cit., p. 297. ↩︎
  38. «Social Record», Hull Daily Mail, Yorkshire, 9 de marzo de 1914, p. 4. ↩︎
  39. Globe, Londres, 26 de enero de 1915, p. 5. ↩︎
  40. Véase por ejemplo la noticia que recogía un periódico sobre estos hechos: «el Evening News de Londres ha recibido, por cortesía de la princesa Kropotkin, un interesante relato de la lucha entre el Gloucester y el Goebel y el Breslau, que apareció en un periódico ruso y que la princesa ha traducido». Ver: Hampshire Telegraph, Hampshire, 18 de septiembre de 1914, p. 11. ↩︎
  41. Avakumovic y Woodcock, Anarchist Prince…, op. cit., p. 303. ↩︎
  42. Ibidem, p. 386. ↩︎
  43. Kropotkin, Piotr, «A Letter on the present war», Freedom, Londres, 306 (1914), pp. 76-77. La carta estaba dirigida al socialdemócrata Gustaf Fredrik Steffen, un sociólogo sueco que había sido amigo de Kropotkin desde su etapa como corresponsal en Londres, relación que aún mantenían. Sin embargo, Kropotkin consideró que la postura pública de Steffen era excesivamente permisiva hacia la posición alemana. La misiva tuvo amplia difusión, siendo publicada meses después en medios como El Porvenir del Obrero, Mahón, 385, el 11 de marzo de 1915, bajo el título «La carta de Kropotkin». ↩︎
  44. International anarchist manifesto on the war, Londres, febrero de 1915, 4 p. El texto estaba firmado por: Leonard D. Abbott, Aleksandr Berkman, L. Bertoni, L. Bersani, G. Bernard, G. Barrett, A. Bernardo, E. Boudot, A. Calzitta, Joseph J. Cohen, Henrry Combes, Nestor Ciele van Diepen, F.W. Dunn, Ch. Frigerio, Emma Goldman, V. Garcia, Hippolyte Havel, T.H. Keell, Harry Kelly, J. Lemaire, E. Malatesta, H. Marques, F. Domela Nieuwenhuis, Noel Panavich, E. Recchioni, G. Rijnders, I. Rochtchine, A. Savioli, A. Schapiro, William Shatoff, V.J.C. Schermerhorn, C. Trombetti, P. Vallina, G. Vignati, Lillian G. Woolf y S. Yanovsky. ↩︎
  45. Goldman, Emma, Living my life, New York, Garden City Publishing, 1931-1934. ↩︎
  46. Kropotkin, Sofía, «Intensive Farming in Flanders», The Contemporary Review, Londres, 108: 595 (1915), pp. 105-112. ↩︎
  47. Dublin Leader, Dublin, 17 de julio de 1915, p. 14. ↩︎
  48. Mid Sussex Times, Sussex, 27 de febrero de 1917, p. 5. ↩︎
  49. Sussex Daily News, Sussex, 19 de junio de 1916, p. 3; Sussex Daily News, Sussex, 24 de junio de 1916, p. 6; Mid Sussex Times, Sussex, 8 de agosto de 1916, p. 8. ↩︎
  50. Sussex Daily News, Sussex, 5 de enero de 1917, p. 8. ↩︎
  51. Maíz Chacón, Jordi, El otoño de Kropotkin, Buenos Aires, Anarres, 2021. ↩︎
  52. Gorelik, Anatol, «La última voluntad de P. A. Kropotkin», La Revista Blanca, Barcelona, 351, 11 de octubre de 1935, pp. 966-969. ↩︎
  53. Maíz Chacón, Jordi, «El Museo Kropotkin, memoria y legado del anarquismo ruso (1923-1939)», en Jordi Maíz (ed.), Kropotkin, cien años después, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2021, pp. 359-393. ↩︎
  54. Freedom, Londres, 1 de octubre de 1924, p. 6. ↩︎
  55. Daily Herald, Londres, 1 de diciembre de 1924, p. 4. ↩︎
  56. Carta de 23 de mayo de 1926, Luigi Bertoni Papers, Inventario número 48, IISH, Ámsterdam. ↩︎
  57. Maíz Chacón, «El Museo Kropotkin…», op. cit. ↩︎
  58. «Na 50-letie so dnya smerti Bakunina», Delo Truda. Organ russkikh anarkhistov-kommunistov [«En el 50 aniversario de la muerte de Bakunin», Causa Obrera. Órgano de los anarquistas comunistas rusos], París, 15, 1926, p. 5. ↩︎
  59. Archivo Estatal de Literatura y Arte (Moscú), Exp. 1.129, Inv. 4, Docs. 72, pp. 123 y 138. En referencia a las solicitudes de ayuda económica realizadas por diversos comités en América, como los de Nueva York y Buenos Aires, destacan las gestiones de V. Kravchuk, quien colaboraba en esa época con la publicación anarquista neoyorquina The Road to Freedom. Desde Nueva York, a finales de los años 20, Kravchuk continuó organizando contribuciones económicas, aunque estas fueron disminuyendo progresivamente con el tiempo. ↩︎
  60. Rudolf Rocker Papers, Inventario número 577, pp. 21-22, IISH, Ámsterdam. ↩︎
  61. Schiller, Franz, «Das Marx-Engels-Institut in Moskau», Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung, 15 (1930), pp. 416-435. ↩︎
  62. Ferguson, Kathy E., Letterpress revolution. The politics of anarchist print culture, Duke, Duke University Press, 2023, p. 113. ↩︎
  63. Grave, Jean, «Por el Museo Kropotkin», La Revista Blanca, Barcelona, 167 (1930), p. 30. ↩︎
  64. Rudolf Rocker Papers, Inventario número 577, p. 12, IISH, Ámsterdam. ↩︎
  65. Archivo Estatal de Literatura y Arte (Moscú), Exp. 1.129, Inv. 4, Docs. 81 y 82. En las actas se constata la labor realizada por V. A. Pereleshin, quien habría trabajado todo este tiempo en completar la lista de obras completas de Kropotkin, continuando la labor de Lebedev e incorporando los textos que Kropotkin habría dejado sin firmar o había firmado con pseudónimo. ↩︎
  66. Archivo Estatal de Literatura y Arte (Moscú), Exp. 1.129, Inv. 4, Doc. 37. ↩︎

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