Guerra, Paz y Deserción: la lección afgana y kurda

Simón Royo Hernández

En 1930, tras haber participado en la Primera Guerra Mundial, Ernst Jünger, publicó «La movilización total» como parte de la obra colectiva Guerra y guerreros, dirigida por él mismo. Ese ensayo, que ha sido objeto de críticas desde su aparición, explora la idea de la guerra como un acontecimiento trascendental que exige la movilización de todos los recursos de una sociedad, tanto espirituales como materiales.

«La movilización total» destaca por su visión de la guerra como un evento que requiere una movilización completa de la sociedad, tanto en sus aspectos físicos como espirituales. Jünger, en este ensayo, lamenta la falta de esta movilización total durante la I Gran Guerra Mundial y enfatiza la necesidad de corregir este fallo en el futuro mediante un liderazgo adecuado.

Walter Benjamin reseñó este volumen en un artículo de 1930 titulado «Teorías del fascismo», donde critica, destroza y analiza, el enfoque de Jünger y muestra su inclinación hacia el fascismo alemán. Según Benjamin, Jünger ignora su pertenencia a una facción de la lucha de clases, la de corte fascista, que alimenta los ardores bélicos alemanes desde los prusianos a lo que vendrá después y bien anticipa. El misticismo metafísico guerrero de Jünger es un tipo de idealismo muy afín a las derechas, que desestima todo materialismo.

La crítica que Benjamin hizo a Jünger tiene algún paralelismo con la crítica que luego Sartre hará de Bataille, adolecen ambos de un misticismo que desprecia el materialismo y con ello, caen en el idealismo y se separan de la realidad.

De Jünger ha interesado a la izquierda sus propuestas de outsider, sus escritos anti-sistema, sus ideas sobre el emboscado, el partisano, su figura del Anarca, pero para ello hay que desestimar toda otra parte de él que coincide con Millán Astray, la que grita ¡Viva la muerte!, glorificación de la violencia, si Astray decía: «¡viva la muerte, muera la inteligencia», Jünger dirá: «¡viva la muerte y viva la inteligencia», demostrando que entre los fascistas militaristas los había ignorantes e ilustrados.

También se puede leer con cierto provecho los lamentos del fascista Ernst Jünger por haber perdido la primera Guerra Mundial. Su noción de Movilización Total y su crítica del Progreso no le impediría participar en la Segunda Guerra Mundial con idéntico resultado, la derrota.

Foto: Primera Guerra Mundial

Lo que no quiso entender el fascista es que el marxismo tenía toda la razón al ver el capitalismo como una máquina de guerra y el verdadero trasfondo de la Movilización Total. Todos los recursos del Estado y todos los trabajadores del sector público y privado, son movilizados, por una máquina que no descansa ni para, en constante aceleración, que tritura todo lo que se le opone o no puede conquistar: El Capital.

Dibujo de Ernst Jünger

Pero lo decisivo de la movilización total actual es que no es pública, no se publicita, más bien al contrario, la mayoría de las poblaciones consideran que la guerra que se libra a distancia no les atañe, mientras que, al mismo tiempo que desconocen su participación o incluso se oponen a la guerra, sus actos cotidianos la alimentan como gotas de gasolina a las llamas de un gran incendio.

Actualmente la precisión de los objetivos bélicos es más efectiva que nunca, aunque eso no impide que no se repare mucho en los llamados daños colaterales. La guerra ya la libran más las máquinas que los seres humanos, si bien sin tropas en el terreno resulta imposible conquistar y dominar grandes espacios y poblaciones. Si los aviones, bombas y drones de los Estados Unidos ganaron las guerras de Afganistán o de Irak, de Libia o de Siria, sus tropas, fuesen sus soldados, aliados o mercenarios, las perdieron sobre el terreno. 

El hecho de que los afganos hayan derrotado a lo largo de su historia a cuatro Imperios, el de Alejandro Magno en la antigüedad y los de británicos, rusos y estadounidenses, en la era moderna, demuestra que una geografía difícil de conquistar junto a un pueblo acostumbrado a luchar contra la dominación extranjera, no tanto frente a la propia, son dos elementos que hacen que una fuerza inimaginablemente superior en recursos y tecnología, un Imperio, pueda ser derrotado por un pueblo de pastores.

Actualmente la desproporción de las fuerzas en el conflicto entre Israel y Estados Unidos contra Irán es enorme, infinita la de los pobres palestinos frente a sus verdugos genocidas, pero la lección afgana ha quedado latente como una velada advertencia.

El Progreso es el signo característico del Régimen Totalitario que es el Capital, como lo fue también del capitalismo del Estado estalinista, y es lo que determina la Guerra Total que emplaza y localiza en guerras locales, pero eso no quiere decir que haya que defender la tradición y la reacción, dialéctica maniquea que pierde los matices necesarios para distinguir entre buenas y malas tradiciones o entre progresos benéficos y maléficos para la tierra o el género humano.

Sea cual sea el caso, aquello que resiste al Imperio, lo podemos denominar Anarquía, porque Arché significa: Imperio, Fundamento, Principio, Dominio, Gobierno. 

Paradójica parece entonces la lección afgana y necesaria de explicaciones, matices y comentarios. En tanto en cuanto el pastor afgano se resiste a ser dominado podremos decir que es anárquico y que está animado en su fondo por un principio de anarquía, aunque si le contemplamos como figura interna de dominación de su propio pueblo, resulten los Talibán, con su represión de la mujer, de la cultura y de la libertad, unos bárbaros dominadores detestables a su vez.

Foto: Luchadores kurdos

En lo indómito se parece el anarquista al pastor afgano, no se deja dominar, emplea la violencia para defenderse si se le quiere someter, pero luego, a diferencia de éste, resiste y defiende un espacio de paz en el que vivir sin dominio sobre otros, en comunismo igualitario y libertario. En ese sentido más afines serían los pastores kurdos que los afganos, ya que su defensa de un espacio está destinada a generar en él relaciones igualitarias anárquicas y no opresiones de ningún tipo.

Los anarquistas han usado la violencia mediante la acción directa como defensa propia cuando la represión ha sido de gran envergadura, como en Los Justos de Albert Camus, entienden la violencia como última respuesta a una agresión, lo que hace de Kaliayev, no dispuesto a matar niños, un personaje anarquista, mientras que Stephan, sin miramientos, sería un personaje estalinista. Los anarquistas buscan una sociedad en paz y sin violencia:

«Los anarquistas se oponen a la violencia, todo el mundo sabe eso. El objetivo del anarquismo es el de eliminar la violencia de las relaciones humanas»1.

Por eso entre los anarquistas abundan los pacifistas, no ingenuos, que ven la eliminación de la violencia como el objetivo último de sus esfuerzos.

Entre los anarco-pacifistas se suele destacar a Henry David Thoreau y su desobediencia civil como medio o al también gran escritor León Tolstoi, quien fundirá los ideales anarquistas con las ideas de fraternidad cristianas más próximas a la mística y más alejadas del dogmatismo, promoviendo el anti-militarismo y la insumisión, junto a la educación, también, como medios para la instauración del anarquismo. Las huelgas y la deserción también han formado parte de los actos anarquistas que de manera pacífica han desafiado a la dominación capitalista y militarista. Y aunque la resistencia no-violenta fue eminentemente un medio empleado por Gandhi en la India para derrotar la dominación británica del país, ese método también ha sido asimilado y utilizado por todos los anarquistas. 

Foto sello Thoreau

Como vivimos ahora en el estado capitalista, cuya característica esencial es la guerra, la lucha por la existencia y la competencia económica, la aceleración constante es su resultado, pretendiendo tal sistema introducirnos completamente en un perpetuo movimiento de producción y consumo constantes. Al agobio de la búsqueda de trabajo y dinero para sobrevivir, sobreviene el tedio, si se alcanza un trabajo estable y repetitivo: el ser humano convertido en máquina de producción acaba agobiándose y enfermando.

La monotonía, las rutinas, adoptadas como remedio para conseguir tranquilidad, de pronto se vuelven tediosas. Eso nos hará cometer torpezas y estupideces si queremos romper ese sortilegio bajo el mandato capitalista del goce, equivalente al consumo. El ser humano concebido como animal de trabajo al que explotar se angustia cuando labora incesantemente y entra en melancolía si cae en una actividad repetitiva y sin sentido. El sistema capitalista, devenido biopolítico, ya modela fármacos y momentos programados de alivio para que el explotado aguante, mientras busca conseguir la administración completa de la existencia, la gobernanza de todo.

Puede percibirse bien la paradoja que entraña el dilema entre la aceleración o el reposo en el estado capitalista. Mientras que la tranquilidad puede llevar al tedio, la intranquilidad puede llevar a la angustia, luego parece que ni la actividad ni el reposo nos convienen. El corolario sería que, para evitar el tedio de la rutina y la calma o el agobio del ajetreo y la acción, no cabría más opción, que, la de no existir, pues parecería que solamente se vive en estado de reposo inercial o de movimiento acelerado.

Para romper ese círculo vicioso hay que salirse del sistema de la gravitación universal de la competencia y abandonar tal humanidad, esto es, dejar de ser un animal explotable en la mayor medida posible, incluso si eso se tuviese que hacer a costa de la indigencia. 

Hay que separarse del horizonte de la sociedad de consumo y buscar el desasimiento de tal estado de cosas: «Relajación, desaceleración, solamente se consiguen mediante una operación de desasimiento, a través de un dejar ser y dejarse ser que raramente nos permitimos. La rapidez impide la concentración, no permite la escucha, resulta desfavorable a la atención»2.

Puesto que estamos ahora en un mundo que aún permite conformar libremente las identidades, hay entonces que escoger. Podemos decidir ser entonces anarcántropos, esto es, seres entre animal, humano y máquina, hibridados, que manifestemos, deseemos y pongamos en práctica, el ser verdaderamente anarquista. Un ser que convive en paz y en ayuda mutua entre libres e iguales que autogestionan su ser individual y colectivo, como promueve el anarquismo ontológico contemporáneo en consonancia con el anarquismo pretérito y clásico.

«El problema de la potencia, obsesivo para los americanos, está hoy en su punto crucial. En cambio, de trabajar por la paz, tendríamos que empujar a los hombres a relajarse, a dejar de trabajar; a tomárselo con calma, a soñar y a ociar, a perder el tiempo»3.

Pero aquí surge otro problema. ¿Quiénes están en sintonía? ¿Dónde encontrar anarquistas si incluso entre las organizaciones que se dicen ácratas surge la ambición del poder, los conflictos y las agresiones? Quizá no se pueda encontrar paz ni irradiar paz si no se la encuentra primero en uno mismo. Así, el ponerse en paz con uno mismo, dejarse ser en paz y no hacerse la guerra, parece un requisito primordial para la Anarquía, simultáneo con el de estar en paz y con todo en común con los demás:

«Si los anarquistas son incapaces de reunirse y llegar a acuerdos unos con otros sin tener que acudir a alguna autoridad, eso quiere decir que aún están lejos de ser anarquistas y que, antes de pensar en establecer la anarquía en el mundo, debiesen dedicar algún pensamiento a prepararse para vivir anárquicamente»4.

La historia del anarquismo es la historia de la preparación para un mundo en anarquía basado en el conjunto de rechazos a ser regidos por una autoridad y dominados por un gobernante, propedéutica tendente a la creación de un espacio de convivencia libre, igualitario y pacífico.

Imagen: sellos Kropotkin

Aunque Kropotkin no negase el componente darwinista de lucha por la supervivencia entre los seres vivos como parte de la zoología y por tanto de la humanidad, postuló su concepto de la ayuda mutua entre los seres vivos como mayormente determinante. Por lo que, dado este concepto y premisa, tienen sus ideas al respecto un lugar destacado entre los anarquistas que destacan antes los medios pacíficos a los violentos para transformar el mundo y hacerlo más justo. Como naturalista ruso, Kropotkin, pondrá numerosos ejemplos de ayuda y cuidados entre los animales para contrarrestar la visión belicista de la naturaleza que predicó el darwinismo inglés. Ni en los animales ni en el hombre hay tan sólo un instinto violento, sino que hay, al mismo tiempo, la misma cantidad, o quizás hasta más, de apoyo mutuo, de ayuda mutua y de defensa mutua, entre animales pertenecientes a la misma especie o a la misma sociedad.

Baste un ejemplo paradigmático entre los muchos que nos ofrece: 

«Debo hacer, respecto a las marmotas, la misma acotación que hice cuando hablaba de las abejas. Han conservado sus instintos agresivos, y esos instintos reaparecen en cautiverio. Pero en sus grandes asociaciones, de cara a la libre naturaleza, los instintos insociables no tienen oportunidad de desarrollarse, y el resultado general es la paz y la armonía»5.

Según el anarco-pacifismo la naturaleza no es depredadora sino placentaria, lo cual, une tal anarquismo con un anarco-ecologismo que vislumbra en la integración armoniosa y pacífica con el ecosistema la vía pacífica para contrarrestar el ecocidio generado por el capitalismo en términos de contaminación del planeta, explotación de especies y tierras, deforestación y cambio climático. 

Otro de los más importantes pensadores anarquistas, Proudhon, en su controvertida obra, La guerra y la paz, sugiere que las asociaciones humanas se crearon para solucionar los conflictos, de modo que la guerra sería tan necesaria como la paz:

«La guerra y la paz, que el vulgo se imagina como dos estados de cosas excluyentes, son las condiciones alternativas de la vida de los pueblos»6.

Foto de Tolstoi

Desde el siglo XIX los planteamientos de Thoreau, Tolstoi, Kropotkin o Proudhon, han sido objeto de múltiples discusiones y comentarios dentro y fuera del anarquismo. Precisamente el debate contemporáneo entre quienes defienden el altruismo y quienes defienden el egoísmo, resulta heredero del planteamiento anarquista en tanto en cuanto hace más énfasis en la ayuda mutua y la paz que en la lucha y la competición; y resulta heredero de los planteamientos capitalistas en la medida en que se hace más énfasis en el egoísmo y la guerra. 

También a partir del arte, como en las novelas de Tolstoi, se ha defendido la paz sobre la guerra, el altruismo sobre el egoísmo, la ayuda mutua sobre la competencia, identificándose el estado de anarquía con el de paz, interior y exterior: 

«Sobre él no había más que el cielo, un cielo alto, no límpido, pero infinitamente alto, sobre el cual se deslizaban unas nubes grises. Qué paz, qué calma, qué serenidad; todo es distinto de cómo era a hace un momento, cuando yo corría -pensó el príncipe Andréi; cuando corríamos, gritábamos y combatíamos»7.

Para el anarquismo en su conjunto la violencia engendra violencia y aunque en las vertientes beligerantes se acepta la violencia entendida como defensa propia, ninguna vertiente anarquista es agresiva ni conquistadora, al estar ausente de sus postulados: la jerarquía, el gobierno de unos hombres por otros o la dominación. 

El anarquista solamente pretende vivir en Paz y armonía, consigo mismo y con los demás anarquistas, ya que concibe la libertad como: ser, y dejar ser, en paz.


  1. Malatesta, Errico (2015) Life and Ideas: The Anarchist Writings of Errico Malatesta. Part One. I.5. Anarchism and violence, published in 1925. Edited and translated by Vernon Richards, published in London by PM Press, p.59. ↩︎
  2. Royo Hernández, Simón (2023) “Pensar el desasimiento: inquietante libertad anárquica”. Pablo Lazo Briones (Coord) Anarquía, resistencia y subversión. Debates Contemporáneos. Universidad Iberoamericana. México, p.30. ↩︎
  3. Thoreau, Henry David (1980). El deber de la desobediencia civil. Prólogo. Por Henry Miller. Argentina. Editorial Cábala, p.7. ↩︎
  4. Malatesta, Errico (1897) “La organización”. Publicado originalmente, en tres partes, en el periódico L’Agitazione de Ancona 1, nos. 13-15 (4, 11, y 18 de junio de 1897). Título original: «L’organizzazione». II. Fuente Online (texto bajado el 14-10-2020): https://rebeldealegre.blogspot.com/2016/02/errico-malatesta-la-organizacion-1897.html ↩︎
  5. Kropotkin, Piotr (2009) La ayuda mutua. Biblioteca Básica de Pensamiento Revolucionario. Venezuela. Monte Ávila, p.63. ↩︎
  6. Proudhon, Pierre-Joseph (1869) La guerre et la paix. Recherches sur le príncipe et la constitution du droit de gens. Lacroix, Verboeckhoven, Paris, p.44. ↩︎
  7. Tolstoi, Lev Nikoláievich (2008) Guerra y paz. Barcelona. Editorial Muchnik, p.253. ↩︎

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