Hoy, 7 de agosto, se cumplen 13 años de la muerte de Francisco Carrasquer

Javier Barreiro

Esta entrevista fue realizada por Javier Barreiro cuando Francisco Carrasquer vino a residir en Tárrega, tras su jubilación en la Universidad de Leiden
(El Día, 20-3-1986).

Lúcido, equilibrado, sin obviar la pasión, acostumbrado a trabajar siempre, depositario de mil desdichas históricas, y también de abundantes satisfacciones personales, Francisco Carrasquer es casi desconocido en su tierra. Mucho por mor de peripecias político-sociales, algo por su adscripción a unas ideas en las que no cabe el compadreo, el arribismo, el do ut des ni la dejación de la verdad difusa en beneficio del sol que más clienta. Encontrará poco sitio aquí.

Pregunta. –¿Cómo has encontrado esto?

Respuesta. –Más o menos, como lo entreveía. Aunque no residía aquí desde hace más de treinta años, no por eso había perdido a España de vista, ni muchísimo menos. Primero porque desde que dejé de ser refugiado político, allá por el año 1964, siempre he pasado las vacaciones en España, y además porque leía a diario la prensa española, me llegaban libros y revistas y mis trabajos de hispanista han versado fundamentalmente sobre temas españoles.

Dos pueblos opuestos

P.- Pero no es lo mismo experimentar un país en vacaciones que sufrirlo en permanencia.

R.- En efecto, pero conociendo el grado tan poco superior de civismo de la población española y la contumaz ignorancia que sigue teniendo el español del prójimo, siguen sin extrañarme las mil y una deficiencias de la organización comunitaria hispana y las infinitas y constantes pruebas de incivilidad que nuestros compatriotas se prodigan.

P.- ¿Qué diferencias capitales ves tú en términos de convivencia, entre holandeses y españoles?

R.- Hay que decir en primer lugar que difícilmente habrá en el Planeta dos pueblos tan opuestos, y aún así, soy fiel a mi principio universal de que todo es cuestión de grado en el yo, el nosotros y la circunstancia. No obstante, las actitudes vitales de ambos pueblos suelo resumirlas en esta frese: los holandeses se hacen la vida fácil a fuerza de verlo todo muy difícil y los españoles al revés; se hacen la vida imposible por verlo todo demasiado fácil. Lo que también se puede expresar en otros términos; como que los holandeses son perfeccionistas y los españoles frangollones. Se ve en todo: aquí no hay nada acabado, siempre quedan rincones feos o sucios en las ciudades y en los pueblos, mientras que en Holanda todo está ultimado hasta el más mínimo detalle. Es que el holandés no para hasta que lo tiene todo redondeado y pulido.

Carrasquer y Javier Barreiro

P.- Alguna cualidad tendremos positiva.

R.- Sí, claro. Los españoles en el extranjero siempre quedan muy bien. Y es que, sin la coacción costumbrista, el español se gobierna por su amor propio y su agudo sentido de la dignidad y se hace un ciudadano impecable. La gran virtud del español, frente a los pueblos del Norte, es, para mí, su capacidad de soledad, de vivir sólo y a autoabastecerse material y moralmente. Los pueblos nórdicos son más gregarios y sufren siglos de mediatización del Estado, o del “establishment”, que el español no conoce.

P.- ¿Cómo se valora lo hispánico en Holanda?

R.- A las primeras de cambio, el holandés se siente perplejo ante un español; juegan con él dos sentimientos más bien acomplejantes si no ya traumáticos, que ha sufrido en su infancia: el primero de admiración y maravillamiento por el hecho de que San Nicolás, el amigo de los niños que trae juguetes a los holandesitos desde Madrid, imprime en la gente menuda holandesa un sello indeleble de España como país rico, fastuoso y magnánimo. Pero luego, al ir a la escuela, se encuentran con la historia de la Guerra de los 80 años, con el vesánico duque de Alba y demás, lo que viene a entrar en liza con el anterior sentimiento positivo. Semejante contradicción tal vez se viva más a todo lo largo y lo ancho de la vida holandesa por el himno nacional, en el que se nombra al rey de España como soberano supremo al que acatar y como rival enemigo del Dios calvinista. En esa ambivalencia viven los holandeses para con España y los españoles.

Exilio

P.- ¿Difícil vivir en el exilio?

R.- En París sí, muy difícil, pero apasionante. En Holanda, en cambio, la vida es fácil. Donde duele es en la comunicación. La lengua es esencial para todo el mundo, pero sobre todo para un intelectual. Aun viviendo prácticamente en un ambiente perfectamente español en casa y en el trabajo (entre mis colegas hispanistas de la Universidad), se te queda siempre un poco la vida de comunicación corta, mutilada. Pero, por otra parte, vivir en un país tan distinto como Holanda te inclina a relativizar y a no tomar nada por el lado que quema: por lo absoluto, lo prejuiciado y lo tópico. Así se aprende a ser crítico con lo tuyo, aunque eso no quiere decir que vayas queriendo lo tuyo menos, muy al contrario. Es un fenómeno curiosísimo, si bien ya conocido entre los padres de hijos deficientes: cuánto más conciencia se tiene de que falla, más cariño te enciende lo tuyo.

P.- ¿Consideras tu estancia en el extranjero fecunda? ¿Crees que has aprovechado mejor tu tiempo en Holanda que lo habrías hecho en España?

Con José Martínez, fundador de Ruedo Ibérico. París, 1980

R.- Imposible de afirmar ni negar rotundamente a esa pregunta. De momento, de lo que estoy seguro es de que mis estudios en la Sorbona fueron infinitamente más provechosos para mí que los que pudiera haber cursado en Barcelona en aquellos tiempos (1940), cuando todavía se estudiaba la sociología como un capítulo de la teología (el alma y tal), mientras que en París pude gozar de la enseñanza de un Lagache, un Piaget, un Gurvitch y un Merleau-Ponty, etcétera. Pero en la otra vertiente, la de hispanista y escritor, es posible que en España hubiese podido profundizar más en mis temas predilectos y, sobre todo, que hubiese tenido más y mejores ocasiones para publicar. Estoy seguro que, de haber trabajado aquí, el eco de mi obra sería a esas alturas mucho mayor. Por dos razones, una simplemente cuantitativa: los miles de horas que me he pasado traduciendo podría haberlos invertido en investigar y elaborar mis temas literarios, y la otra cualitativa, porque el hecho de estar en el río te pule los cantos, y la crítica directa más la emulación inmediata aguzan el ingenio depuran el poco o mucho talento que se tenga. Yo creo en la interacción de grupos y perfeccionamiento de los miembros de un grupo por presión de los otros –individuos y grupos globalmente considerados–. Y un ejemplo de estas influencias benéficas de presión grupal creo que se da en el fenómeno de las revistas, en torno a las cuales se va forjando una promoción o generación artística. También la tertulia puede tener, siquiera en segundo grado, ese mismo efecto benéfico. En definitiva, es aquello del refrán: quien da lo que tiene no está obligado a más. Creo que he hecho bastante lo que he querido y algo de lo que he podido; el resto de lo que queda del querer y del poder se lo lleva el vivir, que es siempre algo más que potencia y voluntad.

P.- ¿Los holandeses, se te han portado bien oficial y oficiosamente?

R.- No me puedo quejar. He sido profesor universitario al mismo título que los indígenas y con las mismas condiciones de responsabilidad y remuneración, me han concedido dos premios de traductor, me han ayudado a publicar mis libros de poesía traducida por mí al español, me han hecho socio de las sociedades intelectuales más prestigiosas y hasta me han dado una encomienda por mi labor de hombre de cultura. Nada de eso en España, ni por asomo1.

Que se trabaje

P.- ¿Mejorarán las relaciones entre España y Europa con la CEE?

R.- Creo que alguna mejora se podrá rastrear con el tiempo. Pero lo importante es que aquí se trabaje y se cree de forma que rinda la refractaria consideración de Europa para con España. Con más o menos disimulo, todos los países centroeuropeos nos tienen por bien poco. Quiero hacer hincapié en esto, ahora que parece dominar cierto triunfalismo en los medios españoles. España no tiene por qué agachar la cabeza ante nadie, sobre todo en literatura y artes plásticas. Es más, creo que en este punto –y en especial en poesía– tenemos mucho trabajo aún para imponernos como lo mejor. Pero la actualidad cultural no justifica ninguna arrogancia, lejos de eso. Nuestra ensayística, nuestra filosofía no da apenas hitos en que afirmar una entidad hispánica relevante, ejemplar. Y siempre ha sido el pensamiento lo primero en la tabla de valores culturales de un pueblo entre los demás.

P.- ¿Cómo has visto la transición a la democracia y al socialismo en el extranjero?

R.- Con sentimientos encontrados. Desde luego, congratulándome de que se haya establecido un régimen constitucional y un Estado de derecho y libertades individuales según los declarados Derechos Humanos. Pero, por otra parte, decepcionado por el hecho de que nuestro pueblo se haya dejado mediatizar como los nórdicos. Así, no va a servir España de elemento enriquecedor europeo, como quería Camus y tantos grandes del pensamiento revolucionario. Está visto que este socialismo está dispuesto a consumar esta mediatización contra todo impulso de reforma, no ya de revolución. Y en cuanto al régimen de autonomías, me temo que se vaya deteriorando más y más entre litigiosos nacionalismos, cuando la verdadera vocación de España es el federalismo y no el multinacionalismo. Pero para el deseado statu quo, eso va muy bien, porque a base de gobiernos y parlamentos se escamotea la situación real y el gran desatino continúa. ¿Hasta cuándo? Nadie tiene idea de la resistencia de un cuerpo humano, pero lo que es de la resistencia de un pueblo no hay imaginación divina capaz de llegar a ese infinito.

P.- Para acabar, ¿qué planes tienes? ¿qué vida te propones llevar ahora en España?

R.- Tengo muchas cosas que hacer, me gustaría dar cima a mi investigación sobre las relaciones entre escritor y pueblo españoles, me encantaría dejar unas memorias2 de mi vida tan asendereada, que diría un clásico. Pero nada es seguro. A lo mejor me enamoro de otra empresa y me entrego a ella. Qué más da. Como decía Spinoza, lo importante es hacer, hacer con lucidez y entusiasmo. Que todo lo demás se me dará por añadidura, para acabar bíblicamente.


  1. En 2006 se le concedió el Premio de las Letras Aragonesas, por parte del Gobierno de Aragón ↩︎
  2. Aunque no en forma de memorias sino de novela, en 2013 publicó Los centauros de Onir (Prames), centrada principalmente en el periodo de la contienda civil española. ↩︎

Un comentario en “Hoy, 7 de agosto, se cumplen 13 años de la muerte de Francisco Carrasquer

  1. Trate a Francisco Carrasquer en Tarrega, al menos fui a visitarlo unos 6 o 7 veces, incluso ,,legó a colaborar en el Enciclopèdic , revista que entonces me encargaba de puiblicar con otros,
    en aquella época en Tarrega había un grupo de libertarios que tenían un ateneu que se llamaba Botabuwsvuana (no se si se escribe así) que era un barrio de Soweto donde había muchísima represión por el apartheid, en aquel ateneo montamos varias charlas, y llevamos a Marianne Brull y a Abel Paz, y con ellos a Francisco Carrasquer, también tuvimos tiempo de entrevistarlo en otra ocasión para la investigadora italiana Valeria Giacomoni, que aprovecharon para la experiencia de la escuela que tuvieron los hermanos Carrasquer en Barcelona y luego en Aragón.
    Por último recuerdo haber hablado con él largo y tendido sobre su libro «La perdida» con referencia a Francisco Ascaso, y el hecho de su muerte fue realmente, el que no se llegará nunca a conseguir Zaragoza. Con el Carrasuqer afirmaba que Zaragoza hubiese caído a las primeras de Cambio.
    Gracias por este extraordinario recuerdo, salut
    Manel Aisa

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