Los sesenta años de la A en un círculo

En abril de este año se cumple el 60 aniversario del origen de la A en un círculo. 60 años acompañándonos y dándonos cobijo encalles, muros, revistas, banderas,…

Para celebrar (del latín celeber: concurrido, frecuentado, numeroso, abundante) la efeméride, se ha realizado un pequeño dossier que da cuenta del nacimiento de la A en el círculo y las razones que les empujaron a su creación.

En abril de 1964 el Grupo JJ.LL. de París se preguntaba:

“¿Por qué esta sigla que proponemos al conjunto del movimiento anarquista, y por qué esta en particular?

Dos motivaciones principales nos han guiado: primero facilitar y hacer más eficaces la realización de las inscripciones murales y de los carteles, segundo, asegurar una mayor visibilidad del movimiento anarquista ante la sociedad mediante la incorporación de un elemento que sea común a todas las expresiones del anarquismo cuando aparecen en la esfera pública”. (p. 9 del dossier)

Compartimos con todas y todos el dossier en las lenguas en las que hasta ahora se ha publicado, con el ánimo de que también sea compartido, y os entresacamos la introducción del mismo.

Origen de la A en un círculo: el nacimiento de un símbolo

Ya podemos explorar e investigar exhaustivamente todos los archivos, retroceder en el tiempo tanto como sea posible a través de todos los continentes; sin embargo, la realidad es tozuda: antes de abril de 1964, nunca una A en un círculo simbolizó la anarquía y el anarquismo.

Ningún cartel, ninguna inscripción mural, ni rastro alguno. No obstante, esta ausencia no encierra ningún misterio. Es tan simple como que dicho símbolo anarquista no podía existir antes de ser concebido, lo cual aconteció precisamente en abril de 1964.

Aunque el origen del símbolo esté bien documentado, esto no ha impedido que circulen numerosas especulaciones, algunas más fantasiosas que otras, incluso dentro de los círculos anarquistas, y que hayan quedado registradas en diversas historias libertarias que tratan el tema. Ahora bien, lo que se aborda aquí es la historia de un símbolo, no de un determinado dibujo, ya que, sin duda, representaciones de la letra A rodeada por un círculo han existido a lo largo de los siglos, pero sin ningún vínculo con el anarquismo.

En el momento de la publicación de este dossier, abril de 2024, han transcurrido sesenta años desde que la A en un círculo fue presentada públicamente como propuesta de símbolo del anarquismo. Los documentos que testimonian su origen perdurarán por mucho tiempo, pero la posibilidad de que sus creadores aún puedan dar testimonio de ello en vida pronto se desvanecerá. Por eso no he querido esperar más para elaborar y difundir este dossier, aunque ya en el 2002 Marianne Enckell y Amedeo Bertolo daban cuenta de los aspectos esenciales en un artículo que queda incluido en el presente dossier.

La importancia de precisar el origen de la A en un círculo radica no tanto en esclarecer exactamente dónde y por quiénes fue concebida, sino en delimitar su significado, ya que este explica su extraordinaria difusión. Tampoco se busca establecer una autoría indebida, pues, aunque es cierto que la A anarquista fue creada y presentada en abril de 1964, solo se convirtió en símbolo mediante la acción de miles de anarquistas de todo el mundo que la adoptaron y la plasmaron en diversos soportes: muros, banderas, pancartas, publicaciones e incluso tatuajes. Así, la A en un círculo se ha convertido probablemente en el símbolo político más extendido en el mundo, evocando de manera directa e inequívoca el anarquismo.

El símbolo es innegablemente el resultado de una extensa labor colectiva, pero antes de convertirse en símbolo, también fue colectivo el proceso de su creación. Aunque una persona determinada estuvo al origen de la propuesta inicial, es decir, la idea de crear y proponer un signo rápido y fácil de dibujar que, al no estar asociado a ningún colectivo u organización anarquista en particular, pudiera acompañar a todas las expresiones gráficas del heterogéneo movimiento anarquista, aumentando así su visibilidad, la aceptación de esta propuesta dentro del grupo de jóvenes libertarios de París fue resultado de un debate y, por consiguiente, de una actividad colectiva. La búsqueda del diseño gráfico más adecuado y la elección final también fueron actividades colectivas. Y aunque una sola persona se encargó de dibujarlo en una plantilla, tanto la elaboración del boletín mimeografiado cuidadosamente en el piso de un compañero como su distribución siguieron siendo actividades colectivas.

El propósito que guía el esclarecimiento de las circunstancias que rodearon su creación es doble: intentar poner fin a las historias fantasiosas que circulan sobre el tema y reafirmar la concepción del anarquismo que encarna la A en un círculo. Desde el principio, como se explicaba en el llamamiento inicial, se quiso que el símbolo propuesto no perteneciera a nadie, para que pudiera ser de todos y todas. De hecho, la voluntad de diseñar un símbolo que no hiciera referencia a ninguna organización, sigla o colectivo anarquista existente fue determinante para su penetración e implantación en el espacio común del anarquismo. Fue precisamente porque no era patrimonio de nadie que la A en un círculo se convirtió en patrimonio de todas las personas que sintonizaban con lo que representaba.

Además, la propuesta inicial pretendía no contribuir a enmascarar la pluralidad del anarquismo, no homogeneizar su diversidad, sino respetarla y no fundirla en una estructura única, dotándola en cambio de una referencia común. Era necesario garantizar que lo que era común a todas las sensibilidades anarquistas pudiera manifestarse sin que se invocara ningún principio centralizador. Había que aceptar la dispersión de las formas de organización anarquistas, pero introduciendo al mismo tiempo un principio de confluencia que aglutinase todas esas formas. La A en un círculo rechazaba cualquier tentación integradora: no se trataba de unificar el anarquismo bajo una fórmula única, sino de hacer que su diversidad se reflejara en el uso indiscriminado de un ícono que perteneciera por igual a cada una de sus corrientes y modalidades.

A semejanza de la definición de los archipiélagos, que los presenta como un conjunto de islas unidas por lo que las separa, la A en un círculo aspiraba a trabajar para que lo que separaba a las distintas corrientes del anarquismo se transformara, en última instancia, en un vínculo entre ellas, sin eliminar su especificidad. La idea era fomentar una confederación de singularidades unidas por un mismo aire de familia, sugiriendo una base común bajo la multiplicidad de sensibilidades y luchas. Lo cual no deja de evocar la bella expresión de Giles Deleuze definiendo la anarquía como “esa extraña unidad que solo se dice de lo múltiple”.

Otro rasgo de este símbolo es su resonancia con iniciativas de carácter local, surgidas desde abajo, que evocan cierta espontaneidad y que van en contra del principio de representación, ya que una A en un círculo no representa al anarquismo ni pretende hacerlo. A diferencia de un sello oficial, no autentifica nada porque nadie tiene legitimidad para autorizar su uso. El hecho de que cualquiera pueda utilizar este icono libremente significa que su uso escapa a cualquier principio de representación y remite únicamente a la responsabilidad de su usuario. Esto explica quizás por qué la forma de este símbolo se ha diversificado considerablemente, gracias en particular al movimiento punk, expresando la creatividad individual sin perder nunca su poder de evocación del anarquismo.

Una última consideración para situar el origen de la A en un círculo. Su creación tuvo lugar en un contexto de intensa actividad militante en los años sesenta para favorecer la convergencia de los distintos sectores del anarquismo. Así, a finales de 1963, surgieron simultáneamente en París el Comité de Liaison de Jeunes Anarchistes (CLJA) y la Liaison des Étudiants Anarchistes (LEA). El CLJA no aspiraba a ser una nueva organización anarquista, sino simplemente un punto de encuentro entre miembros de diferentes organizaciones, mientras que la LEA reunía a estudiantes anarquistas pertenecientes a diversos colectivos. Trascendiendo fronteras, este esfuerzo de acercamiento entre diferentes fragmentos del anarquismo culminó en un gran Encuentro Europeo de Jóvenes Anarquistas celebrado en París en abril de 1966, con una participación muy activa de jóvenes libertarios milaneses, quienes adoptaron la A en un círculo y la difundieron ampliamente en Italia, sacándola de las sombras en las que la había mantenido la falta de entusiasmo que había suscitado la propuesta inicial, y proyectándola así a la escena internacional.

Tomás Ibáñez. Barcelona, abril de 2024

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